Beirut, 13 jul (PL) El aplazamiento hoy de una reunión entre comités parlamentarios para discutir una nueva ley electoral en El Líbano fue la primera demostración de la escasa resonancia de la visita del canciller francés, Jean-Marc Ayrault.
Quizás nadie esperaba nada, pero las expectativas suscitadas en círculos oficiales libaneses hicieron creer a no pocos que Ayrault sacaría provecho a los viejos lazos y la condición de exmetrópoli colonial para propiciar cierta metamorfosis en el inerte escenario político de este país árabe.
Para el diputado Walid Khoury, del bloque Cambio y Reforma que lidera el general Michel Aoun, el ministro francés de Relaciones Exteriores “no trajo nada nuevo para solucionar la crisis libanesa, a pesar de sus muchas reuniones (con representantes de distintos partidos)”.
Khoury, miembro del partido cristiano Movimiento Patriótico Libre, coincidió con el propio Ayrault en el análisis de que lo que describió como “dilema libanés” es regional, a pesar de la presencia gala y su importancia en la escena doméstica.
Antes y durante su estancia en Beirut, el jefe de la diplomacia francesa subrayó que mantenía contactos con los cancilleres iraní, Mohammad Javad Zarif, y saudita, Adel Al-Jubeir, en tanto representan a las dos potencias regionales con gran influencia sobre los principales rivales libaneses.
Khoury, en ese sentido, recordó que “el conflicto saudita-iraní se refleja negativamente en el interior libanés”, y prueba de ello es la cancelación de la reunión de los comités legislativos por falta deliberada de quórum para debatir una normativa electoral.
El diputado descartó la posibilidad de progresar en el tema de la ley electoral mientras persistan “muchas dificultades” que impiden llegar a un acuerdo para un texto basado en la proporcionalidad, de ahí que todo apunte a mantener la legislación de 1960, con algunas enmiendas.
A su vez, el diario An Nahar citó fuentes parlamentarias y ministeriales que lamentaron que Ayrault “no trajo con él ninguna iniciativa” para resolver el vacío presidencial de más de dos años por desacuerdos entre los bloques 8 de Marzo, aliado de Teherán, y 14 de Marzo, afín a Riad.
Para el rotativo no hubo decepción porque “no se esperaba” nada nuevo de parte del canciller francés, quien a la mayoría de sus interlocutores se limitó a sugerir “ayúdense ustedes mismos para que nosotros les ayudemos”.
Y es que analistas consultados por Prensa Latina sostienen que en realidad Francia “carece de un plan en ese sentido”, a pesar de los contactos, por separado, de París con el reino wahabitaq y la república islámica.
Recurriendo a la más refinada retórica diplomática, Ayrault instó a sus interlocutores a involucrarse en un diálogo con todos para hallar una solución y asumir sus responsabilidades, pero reconoció que hasta ahora no recibió ninguna señal de Irán respecto a la votación presidencial.
Un parlamentario del bloque Futuro, integrante de la coalición 14 de Marzo y con particular afinidad a París y Riad, aconsejó a los libaneses “no poner las esperanzas en la gestión francesa” y abogar por un arreglo doméstico.
Según el diputado Ammar Houry, “el asunto presidencial sigue siendo libanés, aunque algunas partes permiten a estados regionales interferir en él para mejorar sus condiciones”.
El Libano está sin presidente desde que Michel Sleiman concluyó su mandato constitucional el 25 de mayo de 2011, y luego de fracasar 41 intentos consecutivos del parlamento para votar por las candidaturas avaladas por el 8 de Marzo y el 14 de Marzo.
Hizbulah, que encabeza la coalición 8 de Marzo y cuenta con el respaldo de Teherán, mantiene inamovible la postulación de Aoun y en ese sentido boicoteó en su momento la candidatura de Samir Geagea, líder del partido Fuerzas Libanesas.
Ahora bloquea igualmente la nominación de su aliado Suleiman Franjieh, otro cristiano que lidera el movimiento Marada y es apoyado por el exprimer ministro y jefe del bloque rival Futuro, Saad Hariri, luego de que Geagea decidió apartarse de la lid y tendió la mano a Aoun.
En una reunión sostenida con Franjeih precisamente en París a finales de 2015, Hariri -un incondicional de Arabia Saudita- propuso apoyarlo, a sabiendas de su filiación con Hizbulah y de sus lazos casi fraternales con el presidente sirio, Bashar Al-Assad, amigos desde la infancia.
Ni Francia ni Arabia Saudita pudieron revertir el rechazo que generó la iniciativa de Hariri entre Hizbulah y los principales partidos cristianos, comunidad político-religiosa de la que debe emanar el jefe del Estado, en virtud de un acuerdo de repartición de poderes.
Más allá de discursos de compromiso, el paso del canciller galo por Beirut no sólo fue protocolario y poco trascendente para la escena política libanesa, sino intangible en cuestión de ofrecimiento y solución de problemas a los millones de refugiados sirios desplazados en el país.