Las aves migratorias y la época del jazz en Nueva York inspiran una colección que conjura el espíritu de Beirut, el hogar natal del diseñador
El rosa de los árboles de Jaracanda floreciendo en el camino, el polvo gris de las piedras antiguas, el azul intenso del cielo enmarcando el turquesa de las cúpulas de las mezquitas, y las aguas blancas y agitadas que van hacia el sur de Tyre… Mire donde mire en los estudios de Elie Saab, encuentro los colores de su país.
La visión poética del diseñador rememora las historias de “Los Cedros del Líbano” y de “El París de Oriente” procedentes del apogeo del Beirut de los años sesenta, cuando la belleza internacional festejaba en la bahía, antes de que la ciudad fuera reducida a escombros y piedras, primero por la guerra y después por el desarrollo urbano.
Yo ya sabía que para Elie Saab, Beirut es donde está su corazón –así como sus costureras–, razón por la que fui al Líbano para tener una visión más enriquecida de su trabajo.
“Beirut es mi fuente de inspiración y estoy orgulloso de ser una imagen de éxito y progreso en mi país, eso es lo que me motiva”, dijo Elie Saab, de 52 años, mientras le veía trabajar en su colección de Alta Costura Otoño-invierno 2016 y en vestidos para clientes privados. De hecho, él mismo se ha convertido en un símbolo de esperanza, con un largo y exitoso negocio en la industria de la moda que ha surgido en su Oriente Medio nativo y se ha unido a una visión del mundo más amplia.