Finalmente, tal y como estaba previsto, el general cristiano Michel Aoun será el nuevo presidente del Líbano después de dos años y medio de un vacío presidencial que ha sumido al país en una grave parálisis económica y política. Con 83 votos a favor, 36 en blanco y 8 votos nulos, el político de 81 años se convierte en el decimotercer presidente de la República libanesa.
La elección de Michel Aoun, socio en la coalición del 8 de Marzo con el grupo chií Hizbolá, ha podido imponerse gracias al sorprendente apoyo de dos de sus grandes rivales: por un lado el líder cristiano de las Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, y por otro el ex primer ministro suní, Saad Hariri, quien en meses anteriores había insistido en que nunca respaldaría la candidatura de Aoun y que ahora podría ser retribuido a cambio con el cargo de premier.
Las calles de la capital libanesa próximas al Parlamento han permanecido vacías y entre grandes medidas de seguridad por temor a algún atentado. Los seguidores de Aoun, por su parte, han celebrado por todo lo alto la victoria en diversas ciudades del país. Si bien la existencia de un presidente termina con el bloqueo institucional que vivía el país desde mayo de 2014, se considera improbable que puedan resolverse pronto los profundos desacuerdos que reinan entre los distintos grupos parlamentarios.
Todo un símbolo
Michel Aoun es una de las figuras centrales de la moderna historia del Líbano. El hombre que una vez juró luchar hasta la muerte contra la presencia siria en el Líbano accede ahora al ansiado trono de la mano de su todopoderoso aliado Hizbolá, el grupo chií que combate en Siria junto a las tropas del presidente Bashar al Assad, y gracias al apoyo del ex primer ministro suní Saad Hariri, a quien muchos seguidores de Aoun acusan de connivencia con Daesh. De la compleja ecuación sólo cabe deducir que en la flexible arena política libanesa, todas las alianzas y todas las traiciones son posibles.
Para sus seguidores, el general Aoun es un símbolo de la lucha por la independencia del Líbano, un país que no ha sabido librarse de la injerencia de otras potencias extranjeras, mientras que sus críticos lo retratan como un hombre sin escrúpulos dispuesto a todo por acumular poder. Su Movimiento Patriótico Libre, el partido de mayoría cristiana con mayor representación en el parlamento, había boicoteado en estos dos años las votaciones en el parlamento por falta de quórum así como amenazado con organizar manifestaciones de protesta contra la marginalización de los cristianos en el gobierno, un gesto interpretado por otros grupos políticos como medida de presión para que la candidatura de Aoun fuese la ganadora.
Nacido en 1935 en un barrio pobre de los suburbios de Beirut, el entonces comandante comenzó a ganar una repentina popularidad en 1988 cuando el presidente cristiano Amine Gemayel desestimó el gobierno del primer ministro suní Salim al Hoss y nombró un gobierno militar interino encabezado por Aoun. Con este movimiento se rompía el acuerdo no escrito que estipula que el presidente ha de ser siempre un cristiano maronita y el primer ministro un suní. Líbano se encontró así con dos gobiernos, uno reconocido internacionalmente y un gobierno cristiano “rebelde”. Durante los años de la guerra civil Aoun se embarcó en una «guerra de liberación» contra el ejército sirio, que había ocupado Líbano en 1976, jurando expulsarlos del país aunque para ello tuviera que destruir Beirut. Más polémica quizás fue la otra guerra que emprendió contra la milicia cristiana de las Fuerzas Libanesas y que dejó algunos de los episodios más crueles de la guerra amén de miles de muertos.
Cuando en octubre de 1990 el régimen sirio se despliega en Beirut, Aoun, atrincherado en el Palacio presidencial de Baabda, se ve obligado a buscar refugio en la embajada francesa hasta su huida a Francia el año siguiente. Desde su autoimpuesto exilio parisino se mantendrá decidido a no volver a su país hasta que él último soldado sirio se hubiese ido. El esperado día llegó en 2005 cuando miles de personas tomaron las calles de Beirut para protestar por el asesinato del antiguo primer ministro Rafik Hariri, el padre de Saad, y forzaron la retirada de las tropas sirias. Aoun, con más fuerza que nunca, regresó al Líbano 11 días después para encontrarse con un país en el que Hizbolá era y es el grupo militar y político más unido y con más peso de la escena política libanesa.
El elástico Aoun se olvidó de su odio hacia Siria y firmó un acuerdo de entendimiento con el líder de Hizbolá, Hassan Nasralá, forjando así una alianza política que dura hasta hoy. Cuando las revueltas en Siria comenzaron en 2011 Aoun se mostró partidario de una guerra contra el terror, apoyando implícitamente la lucha del gobierno de Al Assad contra los rebeldes. El general tampoco ha escatimado en críticas hacia los principales líderes suníes; a Rafik y a su hijo Saad Hariri, ambos ex primer ministros, los ha acusado de corrupción y de deteriorar la situación económica. Pero esto, faltaría más, no ha sido óbice para que hace unas semanas, y en un sorprendente giro, Saad Hariri, diese su apoyo a Aoun para ser proclamado presidente.
La red de alianzas imposibles vuelve a tejerse paciente y de forma continuada en Líbano.