El ADN de cinco hombres de la Edad del Bronce coincide con el de 99 libaneses actuales
El pueblo maldito de la biblia sigue vivo en Líbano
Canaán, antigua región del Oriente Próximo situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán en el año 3.000 antes de nuestra era, abarcaba lo que ahora es parte de Siria, Líbano, Jordania, Israel y Palestina, con la Franja de Gaza y Cisjordania. Cuna de diversas culturas como la de los cananeos, su nombre procede del hijo de Cam y nieto de Noé y, como dicen los antiguos escritos de la Biblia, la historia de Canaán fue la de un pueblo maldito.
“Pero de las ciudades de estos pueblos que Yahve tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Yahveh tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas las abominaciones que ellos han hecho a sus dioses, y pequéis contra Yahveh vuestro Dios”. (Deuteronomio 20:16-18).
¿Se cumplió la maldición que recoge la Biblia? Parece ser que no, según un último estudio de un grupo de investigadores del Wellcome Trust Sanger Institute en Reino Unido que, tras analizar el ADN de cinco individuos de la Edad del Bronce, han encontrado grandes coincidencias con el de los libaneses actuales, estudiados a partir del ADN de 99 personas, lo que indicaría que los cananeos siguen, en cierto sentido, vivos.
El alto número de muestras de ADN actual estudiado ha permitido, a su vez, catalogar la diversidad levantina moderna, que conserva en sus genes el rastro del gran número de migraciones que ocurrieron en esta zona a lo largo de toda su historia. Los resultados de este trabajo se han publicado este jueves en la revista American Journal of Human Genetics.
Las nuevas técnicas para la extracción de ADN antiguo a partir de la región pétrea del hueso temporal del cráneo, la zona que rodea al oído, han permitido al equipo de científicos liderado por el experto en genética humana Chris Tyler-Smith secuenciar el genoma completo de los restos óseos estudiados.
Las muestras cananeas provienen de un yacimiento arqueológico de la ciudad de Sidón y tienen 3.700 años de antigüedad, lo que se corresponde con las etapas más tempranas de la Edad del Bronce. Se trata de una importante ciudad-estado de la época, situada en la costa del Mediterráneo oriental, también llamado Levante.
Estos ancestros cananeos fueron compartidos por poblaciones urbanas que habitaban la costa (como la de la ciudad de Sidón) y las del interior de Jordania, cuyos habitantes vivían en sociedades rurales que se dedicaban a la agricultura y convivían con pastores nómadas.
“En la Edad del Bronce, vemos que la misma ascendencia fue compartida también en Jordania, pero no tenemos datos de otros lugares en el Levante para este período de tiempo”, ha explicado a EL MUNDO Tyler-Smith. “En cuanto a nuestros días, nuestro principal estudio se centró en el Líbano, pero los datos de otros investigadores sugieren que estos ancestros los comparten además muchas otras zonas del Levante”, ha añadido.
Además, los libaneses presentan en sus genes una mezcla eurasiática que llegó al Levante hace alrededor de 3.750-2.170 años, durante un período convulso de conquistas por poblaciones lejanas.
Sobre la expansión de los cananeos, tanto las evidencias obtenidas arqueológicas como los datos que aporta ahora Tyler-Smith, llevan la herencia cananea a todo el Mediterraneo. “Sin embargo, en países mediterráneos como España, Italia y Grecia existe un patrón genético ligeramente diferente, más europeo”, ha comentado Tyler-Smith.
Continuidad cultural de los cananeos
La cultura cananea tuvo su origen en el Bronce Medio, en torno al año 2.000 antes de nuestra era, con la aparición de una serie de importantes ciudades-estado o pequeños reinos de la costa de la actual Siria, Líbano e Israel, lo que más tarde dio lugar a las ciudades fenicias.
“A partir del fin de la Edad del Bronce en torno el 1.200 a.C., este periodo acaba con una serie de complejos acontecimientos que producen el colapso de la civilización urbana. Es un momento de grandes crisis a nivel global en el Próximo Oriente”, ha relatado a este medio Andrés Piquer Otero, historiador del Departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid. “Gran parte de estas ciudades estado desaparecieron, por destrucción o reducidas a su mínima expresión”, ha añadido.
En cuanto a los nuevos datos que aporta el estudio de Tyler-Smith sobre la continuidad de este pueblo bíblico, Piquer sostiene que “los ‘herederos’ de la cultura cananea en la zona de lo que es el Líbano, acabaron siendo los habitantes de estas ciudades-estado fenicias, como Biblos, Tiro y Sidón, que tienen una continuidad con la cultura cananea”, ha afirmado. “A veces de una forma genérica o laxa se habla del continuo cultural cananeo desde la Edad del Bronce y entrando también en la Edad del Hierro, a partir del año 1200 a.C., con la civilización fenicia y algunos elementos de la civilización siria o incluso de la israelita. Pero se habla de una continuidad cultural”.
Los llamados pueblos del mar, como el de los filisteos que menciona la Biblia, “formaron reinos que asumieron una cultura cananea evolucionada, trasformada y adaptada. Los fenicios también la mantuvieron”, ha contado Piquer.
“En cambio, en las zonas montañosas de Israel hubo una cultura rural distinta. Pero en un espacio tan pequeño, a medida que esos territorios dejaron de estar bajo el dominio de Egipto, se establecieron lazos y contactos. Por tanto, no hay una desaparición de la cultura cananea. Hay una reducción de su área de influencia y una transformación por la llegada de nuevos elementos culturales”, ha remarcado.
El estudio sobre el ADN de estas poblaciones urbanas y rurales que muestra el grupo de Tyler-Smith no aporta sin embargo diferencias significativas en cuanto a aspectos genéticos, lo que indica que a pesar de los distintos modos de vida urbano y rural, existía un parentesco genético entre ellos.
Textos cananeos, el gran enigma
Se dice de los cananeos que gran parte del desconocimiento que se tiene de lo que ocurrió con estos pueblos se debe a la falta de textos que de ellos han llegado hasta nosotros. El propio estudio de Tyler-Smith y sus colegas menciona este hecho y apunta al uso de papiros, en lugar de tablillas de arcilla, al origen de esta carencia.
Sin embargo, los estudiosos de las antiguas civilizaciones del Oriente Próximo, como Piquer Otero, discrepan de esta afirmación y explican esta circunstancia. Según Piquer, en la Edad del Bronce, toda la cultura cananea sí era una cultura de la tablilla. “Hemos encontrado en muchos yacimientos, desde Siria hasta Israel, tablillas de arcilla de escritura cuneiforme. Pero hay un pequeño problema. La lengua administrativa y la lengua diplomática que se utilizaba en aquella época era el acadio”, ha aseverado.
Los cananeos, que poseían una serie de dialectos de lenguas semíticas, muy fragmentadas a lo largo del tiempo por las distintas zonas en las que se practicaba, no obstante, como otros pueblos, importaron la escritura de la cultura mesopotamia acadia y sumeria.
El uso de tablillas de arcilla, la escritura cuneiforme y el sistema de formación de escribas y funcionarios, fue adoptado por estos pueblos en detrimento de su propio lenguaje. “Es como lo que sucede hoy en día en la administración o en la diplomacia, que todo el mundo se entiende en inglés, aunque ninguna de las lenguas nativas sean esta. Con la cultura cananea pasa lo mismo, aunque ellos hablaban sus propias lenguas y dialectos, cuando escribían utilizaban una lengua extranjera, el acadio”, ha aclarado Piquer.
No obstante, en la ciudad de Ugarit se han encontrado textos cananeos propios, “por alguna razón la dinastía reinante decidió empezar a escribir la documentación administrativa y económica, la mitología y los textos rituales, no en acadio, sino en su lengua. Crearon un sistema de escritura cuneiforme en su propia lengua”, ha sostenido Piquer.
El descubrimiento de la antigua ciudad de Ugarit, en 1929, permitió conocer estos escritos cananeos tan peculiares, lo que ha provocado en la comunidad científica la idea de que los escritos cananeos, en general, sean escasos.