En plena campaña de las presidenciales francesas, Le Pen da este lunes en Beirut el simbólico paso que le abre la primera puerta en sus relaciones extranjeras al más alto nivel. Además del cristiano maronita Aoun, la recibirá el primer ministro, el suní Saad Hariri; el gran muftí del Líbano, Ahmad Hassun, y el patriarca maronita, Béchara Raï, según el programa de la visita.
El viaje llega después de varios episodios que han demostrado de nuevo que en la escena diplomática internacional es tratada como una apestada la candidata al Elíseo que, según los sondeos, ganará la primera vuelta de las presidenciales. Los partidarios del Brexit le pidieron que no apareciera por el Reino Unido durante la campaña del referéndum pese a que ella defiende el Frexit. Tampoco su admirado Donald Trump quiso verla cuando la dirigente francesa visitó la Trump Tower en enero.
En Israel, el Gobierno se vio obligado el mes pasado a difundir un comunicado para decir que Nicolas Bay, secretario general del Frente Nacional, estaba en el país en visita privada y no como él insistía “para reforzar contactos con país amigo”. El Ejecutivo israelí recordó los orígenes antisemitas del Frente Nacional y aseguró que algunos políticos o militares se hicieron fotos con él y conocidos comunes sin saber quién era.
En el caso del Líbano, el Frente Nacional ha mantenido siempre buenos contactos con los dirigentes cristianos. Los dirigentes del partido son fervientes defensores de los cristianos de Oriente. Como lo son los dirigentes de Los Republicanos, cuyo líder, el candidato François Fillon, suspendió hace unos días su viaje a Líbano por el escándalo de los sueldos a su esposa. En 2015, alcaldes del Frente Nacional rechazaron acoger a refugiados de Siria, salvo si eran cristianos.
El tesorero del partido, Wallerand de Saint-Just, fue abogado del de Samir Geagea, jefe de una de las milicias cristianas. Y el combatiente Thibault de la Tocnaye, hoy consejero regional en el sureste francés, es vicepresidente de Cristiandad Solidaria.
Como militante y activista, Thibault de la Tocnaye también estuvo “en operaciones militares” con los Contras en Nicaragua y en apoyo a combatientes de la ultraderecha en Salvador, Birmania o Croacia, según explica él en su propia web. Él siempre combate, explica, “por la defensa de las raíces cristianas de Francia y de los cristianos de Oriente víctimas de la barbarie islamista”.
Pese a todo, además de sacudirse temporalmente esa imagen de apestada, Le Pen también aminora con este viaje las acusaciones de islamofobia por sus encuentros con dirigentes musulmanes libaneses. Con unos y otros, será difícil eludir sus discrepancias con respecto a la guerra de Siria. Le Pen, en contra de sus interlocutores, es cuando menos comprensiva con el dictador Bachar el Asad.
El francófono Líbano, que fue un protectorado de París tras la I Guerra Mundial, ha mantenido vínculos especiales con la antigua metrópoli. Jean-Marie Le Pen, también visitó varias veces el país. El ex primer ministro Rafic Hariri, padre del actual jefe del Gobierno y asesinado en 2004, era amigo del entonces presidente francés, Jacques Chirac, a quien cedió una de sus casas compradas en París a orillas del Sena. El actual presidente François Hollande visitó Beirut el año pasado tras firmar un acuerdo para rearmar a su Ejército.
Empresarios libaneses, además, participan tradicionalmente en la financiación de las campañas electorales de varios partidos. El 23 y 24 de enero visitó Beirut Emmanuel Macron, ahora el favorito en las encuestas para llegar al Elíseo, y organizó un encuentro con empresarios, como también lo prevé hacer Le Pen.