“A pesar de su declarada oposición a las aventuras militares, la retórica de Trump sugiere que tendrá una política mucho más agresiva en Oriente Próximo. En el nombre de la lucha contra el terrorismo, apoyará a los dictadores aliados y protegerá los intereses económicos estadounidenses”, señala a EL MUNDO el politólogo Abdalá al Arian, profesor de la Universidad estadounidense de Georgetown. Un respaldo a los autócratas y monarcas árabes que ha convertido a Trump en un personaje reverenciado en la corte y los medios de comunicación oficiales.
En Egipto -donde el golpe de Estado de 2013 ahogó cualquier disidencia- su presidente, el ex jefe del ejército y urdidor de la asonada, Abdelfatah al Sisi, no ha escatimado elogios y presume de cercanía con el magnate. El pasado noviembre fue el primer mandatario extranjero en telefonearle y felicitarle por su victoria frente a Hillary Clinton, una figura odiada en el establishment local por su interlocución con los Hermanos Musulmanes durante la fugaz presidencia del islamista Mohamed Mursi.
Sin las sistemáticas violaciones de los derechos humanos sobre la mesa, El Cairo aguarda un tiempo más propicio para sus intereses. “Egipto espera un nuevo impulso en las relaciones bajo la administración Trump”, admitió el viernes la oficina del presidente en un comunicado.
En Siria, Bashar Asad ha subrayado que, si el republicano cumple con las declaraciones que despachó durante la campaña y se acerca a los postulados de Vladimir Putin, Estados Unidos podría convertirse en “un aliado natural para Siria”.
“Es muy evidente que los medios de comunicación y los diferentes estamentos y grupos de presión van a poner obstáculos para impedir cualquier cambio del nuevo presidente en la lucha contra el terrorismo y el respeto a la soberanía de otros países”, alertó el líder sirio en una entrevista publicada el viernes.
Trump -alineado con las políticas israelíes y, por consiguiente, sin capacidad para alcanzar un acuerdo en el laberinto palestino– también ha conquistado a las petromonarquías. Su rechazo al pacto nuclear con Irán le ha granjeado simpatías en las cortes del Golfo Pérsico.
Arabia Saudí ha recibido con “optimismo” su deseo de “contener a Irán y luchar contra el Estado Islámico“. Sus particulares propuestas para combatir el yihadismo -como asesinar a las familias de los extremistas o recurrir a la tortura– encajan en el gusto de los gobernantes de la región pero pueden atizar la fogata.
“Es probable que su Presidencia incremente las tensiones y exacerbe las causas que alimentaron al IS, cuyo crecimiento se debe en gran parte a la invasión estadounidense y la ocupación de Irak durante la administración Bush”, pronostica Al Arian.
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