Según el sitio israelí Debka, Rusia y Turquía mantienen un diálogo sobre los temas de Oriente Medio dejando del lado a EEUU. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ofreció en los márgenes de la última cumbre del G-20 en China una propuesta a Washington para cooperar en expulsar al EI de Raqqa, pero no espera, en realidad, nada de ella.
Turquía está irritada por el apoyo de EEUU a los kurdos, mientras que éstos se sienten al mismo tiempo traicionados por Washington a pesar de ser la única baza que queda a Washington en Siria. En este sentido, Erdogan y Putin buscaron un acuerdo secreto para cooperar en los próximos pasos en Siria y otros temas de Oriente Medio.
Erdogan buscó la aquiescencia rusa, y a través de ella la de Siria, para crear una “zona de seguridad” de unos 4.000 km2 en el norte de Siria bajo el control del Ejército turco con el fin de impedir la presencia en ella de las milicias kurdas aliadas de Washington y abortar así cualquier intento de aquellas de declarar una autonomía. Esta zona incluiría las ciudades sirias de Yarabulus, Manjib, Azaz y Al Bab.
A cambio, según Debka, Turquía retiraría su apoyo a los grupos rebeldes pro-saudíes que luchan contra el Ejército sirio y sus aliados en Alepo abandonando a aquellos a su suerte.
De este modo, cuando el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, se reúnan el 8 y 9 de septiembre ya no quedará mucho por discutir, excepto la coordinación para impedir incidentes en el espacio aéreo sirio.
Erdogan tratará de vender su plan a los países europeos afirmando que muchos refugiados sirios podrían establecerse en esta zona bajo control turco en lugar de ir a Europa. Por su parte, los grupos kurdos han anunciado una larga campaña de resistencia contra la presencia militar turca.