Con apenas 4 millones de habitantes, el país tiene un enrevesado sistema electoral designado para mantener la paz civil entre suníes, chiíes, cristianos y drusos, enfrentados entre ellos en numerosas ocasiones desde la independencia en 1943
El Libano celebrara este domingo sus primeras elecciones legislativas después de nueve años y bajo el amparo de una compleja ley electoral que permite la irrupción en los comicios de nuevos partidos ciudadanos y candidatos independientes frente a la inamovible vieja guardia de la política libanesa.
Con apenas 4 millones de habitantes, el país tiene un enrevesado sistema electoral designado para mantener la paz civil entre suníes, chiíes, cristianos y drusos, enfrentados entre ellos en numerosas ocasiones desde la independencia en 1943.
La nueva ley electoral, aprobada en junio de 2017, establece un sistema proporcional en lugar del mayoritario, en vigor desde 1960. Los 128 escaños actuales del Parlamento seguirán siendo mitad cristianos y mitad musulmanes. Por ley, el presidente ha de ser cristiano maronita; el primer ministro, musulmán suní, y el portavoz del Parlamento, musulmán chií.
En un Líbano que se rige por el voto clientelar y el apoyo a la propia secta religiosa, a nadie extraña que el actual primer ministro, Saad Hariri, sea el hijo del asesinado ex primer ministro Rafik Hariri, y el ministro de Exteriores, Gebran Bassil, sea el yerno del presidente Michel Aoun. A los rostros más veteranos se suma este año la candidatura de una docena de familiares de figuras políticas, como Taymur Jumblatt, hijo del líder druso Walid Jumblatt; Tony Franjieh, nieto de Suleiman Franjieh, presidente del Líbano de 1970 a 1976 o Michelle Tueni, hija del asesinado político y periodista Gebran Tueni.
Los analistas apuntan, por tanto, a que se producirán pocas sorpresas en torno a los que seguirán siendo los principales actores políticos del país: Saad Hariri y su partido Futuro, el presidente Michel Aoun y su Movimiento Patriótico Libre, los drusos representados por el pragmático Walid Jumblatt, el Movimiento Amal del Jefe del Parlamento Nabih Berri y la indiscutible omnipresencia de Hizbolá planeando sobre todos ellos. La división del electorado en 15 circunscripciones, relativamente homogéneas desde el punto de vista confesional, hace además bastante predecible que cada circunscripción elija a los candidatos que pertenecen a la misma comunidad religiosa.
La división entre suníes y chiíes facilita igualmente la injerencia de potencias extranjeras apoyando a sus respectivos candidatos, Arabia Saudí en el caso de Hariri e Irán en el caso de Hizbolá.
Mayor representación femenina
Pero también ha habido espacio para una serie de candidatos que se dirigen a un votante mayoritariamente joven y que se muestras esperanzados a pesar de que los expertos les auguran muy pocos escaños. Entre ellos se encuentran miembros de la sociedad civil y activistas procedentes del movimiento «You stink» (Apestáis) que lideró en 2015 las protestas contra el gobierno por su nefasta gestión de la crisis de basura en las calles, o «Beirut Madinati» (Beirut mi ciudad) formada por jóvenes profesionales que buscan cambios frente a la clase política tradicional.
El país también ha sido testigo de un movimiento sin precedentes dirigido a incrementar la representación femenina en el parlamento, muy discreta hasta el momento. El Ministerio de Asuntos para la Mujer en colaboración con la Unión Europea y la ONU lanzó a principios de año una campaña para impulsar el número de mujeres en las elecciones bajo el lema «la mitad de la sociedad, la mitad del parlamento». Finalmente, serán más de 60 las mujeres que pueden optar a un escaño en el parlamento .
El entusiasmo, sin embargo, no puede ocultar una realidad política en la que el control lo siguen ejerciendo antiguos señores de la guerra y dinastías familiares. El actual parlamento libanés, elegido en 2009, cuenta con 4 mujeres frente a 124 hombres. De las 4 mujeres, una es la tía del actual primer ministro Saad Hariri, otra es la mujer de un líder político y las otras dos son hijas de un ministro y de una figura pública. Hizbolá, por su parte, ha rechazado en numerosas ocasiones la idea de presentar mujeres para el parlamento.