La renuncia del primer ministro libanés, Saad Hariri, despierta las suspicacias de grupos que piensan que los gobiernos saudita e iraní buscan intervenir en los asuntos de Beirut.
De la nada, desde un lugar no revelado en la capital saudita de Riad, el primer ministro libanés de 47 años, Saad Hariri, anunció su renuncia el sábado por la tarde.
Tras afirmar que fue blanco de un plan de asesinato (el cual sus propias fuerzas de seguridad niegan), dejó pocas dudas sobre los responsables de su sorpresiva decisión. “Dondequiera que se asiente Irán”, dijo, “siembra discordia, devastación y destrucción, probada por su interferencia en los asuntos internos de los países árabes”.
La guerra terrestre contra ISIS podría estar llegando a su fin, pero la rivalidad entre el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica del Irán amenaza con extenderse a Líbano, un país donde tanto Teherán como Riad se acusan mutuamente de interferir en los asuntos de Beirut, mientras hacen precisamente eso.
Facciones de apoyo
Remontándonos a décadas, Líbano ha sido donde se han desarrollado las guerras de poder. Siria, Iraq, Arabia Saudita, Israel, Egipto, Turquía, Estados Unidos y la Unión Soviética, por nombrar algunos, tienen facciones de apoyo allí, a menudo con escaso respeto por el precio en sangre y riqueza que eso le ha costado a los libaneses.
Muchos libaneses creen que Arabia Saudita, bajo el liderazgo de facto del príncipe heredero Mohammed bin Salman, de 32 años, ordenó a Hariri (que también posee la ciudadanía saudita) dimitir de un gobierno que lideraba desde diciembre de 2016, un gobierno que incluía a varios ministros afiliados a Hezbolá, el principal aliado libanés de Irán.
Aunque los funcionarios en Riad negarán haber tenido qué ver en la decisión de Hariri, pocos en la región cuestionarán que Arabia Saudita esté alarmada de que, en el Medio Oriente posISIS, Irán haya quedado en la cima.
Irán —con equipos, entrenamiento y asesores— jugó un papel clave (irónicamente, junto con la coalición dirigida por Estados Unidos) en la lucha del gobierno iraquí contra ISIS. Los iraníes, junto con Hezbolá (y Rusia), están ayudando al régimen de Bashar al Assad a derrotar a los rebeldes respaldados por Estados Unidos, Arabia Saudita y el Golfo Pérsico. Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico están empantanados en una guerra brutal e imposible de ganar en Yemen, donde Irán respalda a los rebeldes houthi.
Los iraníes no son ningunos recién llegados a la política agresiva por el poder. Irán siempre ha apoyado al régimen de Assad —primero a Hafez y ahora a Bashar— desde la revolución de 1979. Ha respaldado a Hezbolá desde que este grupo surgió después de la invasión israelí a Líbano en 1982. Irán ha ganado constantemente influencia en Iraq desde que la coalición liderada por Estados Unidos derrocó a su enemigo, Saddam Hussein. Las alianzas y los intereses de Irán a lo largo del Medio Oriente son antiguos y profundos.
Creciente influencia iraní
Los iraníes cuentan su historia no en décadas o siglos, sino en milenios. Y a pesar de que Estados Unidos y sus aliados han tratado de aislarlos, contenerlos y sancionarlos por su programa nuclear, con su economía diversificada, alimentada por petróleo y su población de más de 80 millones, el poder e influencia de Irán en todo el Medio Oriente ha seguido creciendo, y no solo entre los estados árabes. Ahora está cultivando lazos más cercanos con Turquía y Rusia.
“Desde el rey Ciro el Grande, los iraníes han sido un poder regional”, dice Rami Khouri, miembro de American University of Beirut. “Ellos saben el arte de gobernar”.
En comparación, dice Khouri, los saudíes y sus aliados del Golfo Pérsico son “aficionados, y ahora están tratando de hacer algo en el Líbano para demostrar que son tipos duros. Pero este es un esfuerzo sin esperanza”.
Arabia Saudita, Israel y una serie de gobiernos estadounidenses han intentado en repetidas ocasiones reducir la importancia del principal aliado libanés de Irán, Hezbolá, pero cada intento ha fracasado; dejando a Hezbolá, y por lo tanto a Irán, más fuerte que antes.
Además de ser el bloque político más poderoso del Líbano, Hezbolá es una formidable organización militar que expulsó exitosamente al ejército israelí respaldado por Estados Unidos del sur en 2000 después de una prolongada y costosa guerra de guerrillas. En 2006, combatió a las fuerzas israelíes hasta detenerlas. Yo vi a los combatientes de Hezbolá de cerca durante la década de 1990 y la guerra de 2006 y puedo decir que están muy por encima de muchos de los ejércitos del mundo árabe en términos de disciplina, entrenamiento y dedicación.
Opinión: ¿Por qué las amenazas terroristas sobrevivirán a las derrotas de ISIS?
Estados Unidos, la Unión Europea e Israel ven a Hezbolá como un grupo terrorista. Estados Unidos cree que Irán, ayudado por el precursor de Hezbolá, planeó los atentados de 1983 en Beirut que mataron a 241 miembros de personal de servicio estadounidenses y a 58 paracaidistas franceses. Irán también es sospechoso de estar detrás del bombardeo a la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 que mató a 22.
Hoy, pese a lo mucho que Arabia Saudita, Israel y Estados Unidos puedan querer usar la precaria y complicada política del Líbano para confrontar a Irán a través de Hezbolá, no hay casi apetito en este país —que todavía tiene las cicatrices de la guerra civil de 1975-1990 y de una serie de guerras con Israel— por más derramamiento de sangre.
Pero en las guerras por poder, nadie le pregunta a la gente atrapada en medio qué es lo que quiere.
Y en ello, el nuevo Medio Oriente posISIS no es muy diferente al antiguo Medio Oriente. Solamente más peligroso.