La sorpresiva dimisión del primer ministro libanés, Saad Hariri, un protegido de Arabia Saudita y crítico del Hezbolá proiraní, hace temer que el Líbano, un país sostenido en frágiles equilibrios, se suma de nuevo en un periodo de violencia.
Según algunos analistas, esta dimisión tendrá consecuencias más graves que una simple peripecia política en un país habituado a las crisis gubernamentales.
“Es una decisión peligrosa que tendrá consecuencias más duras de lo que el Líbano pueda soportar”, afirma en una conversación con la AFP Hilal Khashan, profesor de Políticas en la Universidad Americana de Beirut.
Al anunciar su dimisión, Hariri denunció el “control” y la “injerencia” de Irán en los asuntos libaneses a través de su aliado Hezbolá. Este partido político armado forma parte del gobierno que Saad Hariri dirigía desde hace un año.
“Hariri inició una guerra fría que podría degenerar en guerra civil, teniendo en cuenta que desde un punto de vista militar, Hezbolá no tiene competencia en el Líbano”, considera Khasan.
– Un “momento sorprendente” –
El movimiento chiita es el único partido libanés que no entregó las armas tras el fin de la guerra (1975-1990) y su arsenal es el principal punto de discordia en el país.
El Líbano lleva más de una década marcado por una profunda división entre el campo liderado por Hariri, un sunita apoyado por Arabia Saudita, y el dirigido por el Hezbolá chiita, respaldado por el régimen sirio y por Irán.
Arabia Saudita, de confesión sunita, e Irán, chiita, libran una guerra de influencias en la región.
La división libanesa se hizo evidente en 2005, cuando fue asesinado el ex primer ministro Rafic Hariri, padre del mandatario saliente.
El régimen del presidente sirio, Bashar al Asad, fue señalado directamente por ese asesinato y cinco miembros de Hezbolá están acusados por un tribunal internacional.
Tras la muerte de Hariri, varias personalidades hostiles a Damasco fueron asesinadas y después estalló una guerra entre Hezbolá e Israel en 2006.
En los años que siguieron, los enfrentamientos internos casi sumergen al Líbano en una nueva guerra interna y el pulso entre bandos rivales paralizó el país durante meses.
Doce años después del asesinato de Rafic Hariri sigue habiendo fuertes tensiones, y Saad Hariri incluso habló en su anuncio de renuncia de su temor a ser asesinado.
Su marcha llega en un momento en que Arabia e Irán están enfrentados sobre varias cuestiones.
El hecho de que Hariri hiciera su anuncio desde Arabia Saudita fue un hecho muy comentado.”El momento y el lugar de la dimisión son sorprendentes […] Pero la dimisión en sí misma no lo es”, considera Fadia Kiwane, profesora de Política en la Universidad Saint-Joseph de Beirut.
– ¿Operación contra Hezbolá? –
“En la región se están precipitando los acontecimientos, mostrando que estamos en un punto de cambio […], que quizás habrá una confrontación mortal entre Arabia Saudita e Irán”, explica.
En este contexto, “los dos principales bandos en el Líbano […] se enfrentarán”, predice Kiwane.
Más allá del conflicto interno, los analistas no descartan la posibilidad de una ofensiva contra Hezbolá, ya sea por parte de Arabia Saudita o -lo más probable- de su enemigo jurado, Israel.
“Hariri está diciendo ‘Ya no hay gobierno, Hezbolá ya no está representado’ […]. Así, legitima con su dimisión cualquier ataque militar contra Hezbolá en el Líbano”, afirma Khashan.
“Hay temores sobre una operación contra Hezbolá”, insiste en este sentido Kiwane.
Israel y el partido chiita libraron una devastadora guerra en 2006. Desde hace meses, dirigentes israelíes amenazan con arremeter contra Hezbolá y las infraestructuras civiles en Líbano en caso de un nuevo conflicto.
Cualquier guerra tendrá repercusiones desastrosas en la economía del país, que a pesar de su debilidad cuenta con un sólido sector bancario.