Una bomba ha estallado junto a una de las puertas del complejo religioso
En un vídeo que circuló ampliamente por las redes sociales, se podía ver cómo la bomba reventó varias ventanas de la iglesia e incluso provocó desperfectos en el techo. El suelo del recinto se llenó de escombros y manchas de sangre. “Tan pronto como el cura nos instó a preparar la plegaria, sucedió la explosión … El polvo cubrió la sala y buscaba la puerta, pero no podía ver nada … Al final, pude salir en mitad de gritos, había mucha gente tirada en el suelo “, explicó a Reuters Emad Shukri, un testigo del atentado.
La policía enseguida acordonó las inmediaciones de la catedral, donde se congregaron decenas de personas. De acuerdo con varios testimonios, se produjeron algunas escenas de tensión con la policía y algunos conocidos periodistas oficialistas. Los concentrados expresaron su frustración por la falta de protección policial del recinto, y se llegaron a escuchar gritos contra el Gobierno, algo poco habitual en la era de al Sisi, caracterizada por una férrea represión de cualquier disidencia.
En un comunicado público, el mariscal al Sisi decretó tres días de duelo oficial y censuró un acto que inscribió en “la guerra del gran pueglo egipcio contra el terrorismo”.”Esto solo reforzará la determinación y cohesión de Egipto para hacer frente a estas circunstancias”, reza la nota. Tanto los representantes de la Iglesia Copta como de la Universidad del Azhar, la institución religiosa musulmana más importante del país, condenaron enérgicamente este ataque sectario.
Un insurgencia islamista plural
El atentado sucede tan solo dos días después de que otra bomba provocara la muerte de seis policías que estaban apostados en un puesto de control en una avenida que conduce a las Pirámides de Guiza, al oeste de El Cairo. La acción fue reivindicada por un oscuro grupo llamado Movimiento de los Brazos de Egipto-Hasm (“Determinación”). Durante los últimos meses, esta banda terrorista ha realizado diversos atentados, siempre dirigidos contra agentes de las fuerzas de seguridad o altos cargos del Estado, como el ex muftí Alí Gomaa.
Desde el golpe de Estado de 2013, en el que fue derrocado el presidente islamista Mohamed Morsi, Egipto sufre de forma continuada los golpes de una variopinta insurgencia de inspiración islamista que ha provocado cientos de víctimas mortales. Sin duda, el grupo más mortífero es Wilaya Sina (provincia del Sinaí), que abandonó su antiguo nombre, Ansar Bait al Maqdis, cuando pasó a integrarse al autodenominado Estado Islámico, en 2014. Si bien Wilaya Sina ha realizado algún atentado en El Cairo, su feudo y principal escenario de actuación es la península del Sinaí.
Junto a este grupo, existe una nebulosa de pequeñas organizaciones que actúan de forma discontinua, y que suelen reivindicar sobre todo los ataques en la zona metropolitana de El Cairo. Entre ellas, figura el Movimiento de los Brazos de Egipto-Hasm. Según las autoridades, estos grupos están controlados por los Hermanos Musulmanes, el movimiento del ex presidente Morsi, algo que la Hermandad siempre ha negado.
Habitualmente, el blanco de los ataques terroristas son las fuerzas de seguridad, si bien el atentado más brutal hasta la fecha fue el derribo de un avión de pasajeros ruso en la provincia del Sinaí, que provocó la muerte de 225 personas, la mayoría turistas.
Se agrieta el apoyo de los coptos a Al Sisi
El atentado en la iglesia de San Pedro y San Pablo es el más grave acto de violencia padecido desde hace décadas por la comunidad cristiana copta, que ha sido discriminada por los diversos régimenes que se han sucedido en Egipto. Un ataque parecido tuvo lugar en enero del 2011, pocos días antes del estallido de la Revolución que puso fin a las tres décadas de gobierno del dictador Hosni Mubarak. Aunque nunca remitieron, las tensiones sectarias se dispararon después del golpe de 2013, pues la comunidad copta fue señalada como cabeza de turco por los seguidores de los Hermanos Musulmanes.
A mediados de agosto del 2013, horas después del brutal desalojo del campamento de protesta islamista de Rabá al Audawia, en el que fallecieron cerca de 1.000 simpatizantes de Morsi, en los feudos islamistas del sur se desató una venganza que se saldó con la destrucción de unas 40 iglesias y diversas propiedades de cristianos. Un mes antes, el patriarca copto, Tawadros II, se había significado en su apoyo a la asonada y llegó a flanquear al Sisi, entonces ministro de Defensa, mientras leía el comunicado de destitución de Morsi.
En aquel momento, el apoyo de la comunidad cristiana hacia al Sisi era abrumador. Sin embargo, en los últimos meses, este apoyo se ha ido agrietando, sobre todo a raíz de la aprobación de una ley en septiembre sobre la construcción de iglesias que no satisfació las históricas demandas de las comunidad.
“La incapacidad de proteger las iglesias es una violación del contrato implícito entre los coptos y el Estado, y está claro que al Sisi no ha cumplido las expectativas de mejorar sus condiciones”, explica el analista Wael Eskandar a través de un mensaje electrónico. La caída en la popularidad de al Sisi es perceptible también en otros sectores de la soceidad egipcia, especialmente después de la reciente aplicación de un riguroso plan de austeridad.