Un teniente coronel aragonés cuenta su experiencia en la base Cervantes de Marjayoun.
España lleva en el Líbano desde la crisis entre Hezbolá e Israel de 2006. En estos diez años, la labor de los cascos azules españoles ha tenido que adaptarse a las nuevas circunstancias y, en concreto, a un escenario de tensa calma que impera a lo largo de la famosa ‘Línea azul’, el límite establecido por las Naciones Unidas entre el Líbano e Israel.
En los últimos años España tiene desplegados cerca de Marjayoun, en la base de Miguel de Cervantes, cerca de 700 militares a quienes se les ha encomendado la misión de cooperar para impedir nuevas escaladas de tensión, de acompañar y asistir a las Fuerzas Armadas libanesas y de garantizar el acceso humanitario a la población civil.
La armonía pende de un hilo pero no solo en la frontera, sino también entre los suníes, chiíes y distintos tipos de cristianos que comparten el territorio libanés. “Un montículo de arena formado en la frontera, una rama de árbol caída en plena Línea Azul o la percepción de un trato de favor al líder de otra tendencia religiosa” pueden transformarse en detonantes si no se actúa de inmediato, tal y como relata Juan Antonio Lara, un teniente coronel médico aragonés recién llegado del país.
Al grupo táctico español le corresponde calmar los ánimos y esta labor se materializa a veces en cosas en las que nadie pensaría de primeras: desde quitar el montículo de la discordia ante la atenta mirada de las tropas de los dos países, hasta atender a los animales moribundos de suníes y chiíes con medicinas compradas a cristianos.
El teniente coronel médico aragonés acaba de volver a casa tras pasar allí dos meses y medio como jefe de la Unidad Sanitaria del contingente español y ha vivido todas esas situaciones, por lo que sabe bien de lo que habla: “Si Unifil (Fuerza Internacional de Pacificación en el Líbano) no estuviera allí, la guerra entre Hezbolá e Israel sería una realidad y estallaría por cualquier tontería”, afirma convencido tras su experiencia.
Veterinaria diplomática
En sus 72 días en el Líbano al mando de dos tenientes médicos (uno de ellos un reservista turolense), una capitán veterinaria, un capitán farmacéutico y varios enfermeros, el teniente coronel Lara ha descubierto que el ideal de estrechar relaciones con los líderes de unas y otras ramas pasa, en no pocas ocasiones, por encontrar la cura para una moribunda oveja awassi, “las típicas del portal de Belén”, o para veinte cabras enfermas.
Según cuenta, un día un ganadero suní les llevó a la barrera de la base una oveja awassi moribunda de cuatro meses de vida. Les explicó que tenía 300 ovejas pero que se le estaban muriendo una tras otra por la misma enfermedad. La Unidad Sanitaria aceptó tratar a la oveja. La bautizaron como Sole y la cuidaron durante días hasta que encontraron la causa y su correspondiente cura. Se la devolvieron sana al ganadero junto con la medicación para el resto de sus ovejas. Un acto que puede parecer impropio de unas Fuerzas Armadas pero que sobre el terreno sirve para entablar amistades indispensables: “Viven sobre todo de la agricultura y la ganadería así que es lo más importante para ellos y valoran muchísimo este tipo de ayuda”.
Tratar a las ovejas de un suní derivó en atender a las cabras enfermas de un chií y eso otro, en salvar la vida al perro moribundo de un pastor, y así sucesivamente. Al final, el teniente coronel Lara y la capitán veterinaria Rico Sevilla tuvieron que solicitar la construcción de “caniles” (chiqueros) para poder dejar a los animales tratados en observación. “Es una aportación para la base para los años venideros. Estas acciones tienen una importancia enorme para los musulmanes y los cristianos de la región y nos permiten ganarnos su confianza”. La Unidad Sanitaria trata, por supuesto, a los soldados desplegados de sus esguinces, lumbagos y problemas en los pies pero nadie esperaría que su labor veterinaria se convertiría en una de las más útiles herramientas diplomáticas.