Inmigración libanesa

En Paraguay

Los libaneses comienzan a llegar al Paraguay a partir de 1888, entre los 1.604 inmigrantes que arribaron al país en ese año.
Esta primera etapa de llegada se extendió hasta 1900, estableciéndose estos en Asunción, Villarrica, Encarnación y en el departamento de Misiones. Recién diez años después se reinició el movimiento migratorio, que se prolonga hasta 1914, ubicándose ya este contingente en todo el territorio de la república ( Caraguatay, Concepción, Itacurubí del Rosario, Itauguá, San Estanislao, Pedro Juan Caballero y Villa del Rosario), con preferencia en lugares con fácil acceso a las vías de comunicación.
En 1918 se reinicia la llegada, prolongándose hasta 1933. A partir de esta época, el movimiento es mínimo, reactivándose sólo en las décadas del 60 y 70.


El primer destino americano al cual se dirigían los inmigrantes era el puerto de Buenos Aires, al cual llegaron sin siquiera hablar el idioma español y sin conocer sus costumbres. Pero no tardaron en organizarse en grupos y comunidades, con el fin de encontrar el mejor lugar para radicarse y adaptarse a una vida digna, que le permitiera formar hogares sin olvidar sus raíces.
Su viaje al Paraguay prosiguió por río y luego en tren, para luego distribuirse en diversas localidades del país, donde podían dedicarse a las actividades comerciales. Después de mucho esfuerzo, pudieron insertarse a la sociedad paraguaya y abrir comercios, montar fábricas o cultivar tierras.


Los apellidos más frecuentes:
Aboud, Aid, Armele, Arar, Arroca, Arrosse, Rossi, Atat, Azar, Barchini, Buzarquis, Canan/Kanan, Nader, Cofure, Curi/Kuri/Juri, Daher, Damus, Dibb, Esgaib/Zgaib, Esquef/Skef, Fadlala, Fadul, Farah, Ghobril, Girala, Gosen, Haddad, Haitter/Haidar, Harari, Huespe, Ismael/Ysmail, Kalfat, Mohur, Maluff, Mende, Musi, Ouchana, Rahi, Resck/Risk, Rosas, Sabag, Safuan, Sardi, Seifeddin, Serrán, Serrano, Yambay/Yampey, Yanho, Yauhari, Yore, Yunis.


Relaciones con la sociedad nacional
Sin embargo, los libaneses hallaron grandes dificultades para su inserción en la cultura paraguaya.
A las diferencias idiomáticas, hay que agregar las religiosas, puesto que si bien las primeras oleadas inmigratorias de árabes eran de confesión cristiana y es de conocimiento que las iglesias cristianas orientales, incluyendo las que reconocen la autoridad romana, como la iglesia maronita y la melquita, conservan características específicas, lingüísticas y litúrgicas que las diferencian del rito latino, ni qué decir de los que profesaban la religión islámica. Las costumbres de estos inmigrantes árabes, cristianos y musulmanes, distaban enormemente de las de los países que los acogían, a quienes chocaba principalmente las actividades a las que se dedicaron, el comercio ambulante preferentemente, que gozaba de poco prestigio social, e incluso era mirado con menosprecio. El éxito material de los inmigrantes puede forzar a la sociedad receptora a aceptarlos, pero no necesariamente a estimarlos y menos aún a reconocerlos. La actitud amistosa, benévola, indiferente u hostil de la población autóctona con respecto a cualquier grupo inmigrado está condicionada sin duda por los antecedentes de este grupo: su origen étnico, el grado de instrucción de los miembros a su llegada, el tipo de actividad preferencial que lo caracteriza. De esta forma, por ejemplo, los grupos del Cercano Oriente, que a su llegada, eran en su mayoría analfabetos, totalmente extranjeros al idioma español y a las costumbres europeas, dedicados a oficios considerados parasitarios, sólo podrán provocar juicios desfavorables. Pero estos juicios se transformaron rápidamente en estereotipos.
Ahora bien, los estereotipos que se forman al inicio, contribuyen a fijar los prejuicios y a conservar obstinadamente las actitudes de tal manera que, incluso cuando un grupo inmigrado ha terminado por alcanzar las condiciones objetivas del reconocimiento, la sociedad receptora continúa durante mucho tiempo rechazándolo. tercera o cuarta generación, una pequeña parte del prestigio de que gozaban prácticamente desde su llegada los colonos alemanes, los patrones ingleses y los inmigrados franceses.Los árabes se dedicaron al comercio preferentemente, fueron los “macateros” que desbrozaban caminos, bastante intransitables en la época, llevando su mercancía a zonas aisladas del país. Pronto aprendieron a hablar el guaraní aparte del español, pues se debía comprar en esta lengua en los centros urbanos, y vender en aquella en el interior. Muchos de ellos, sin embargo, formaron parte también de los braceros que laboraban en los yerbales de la época.
El escrito Mario Halley Mora (de origen sirio) sostenía que el paraguayo contemporáneo de las primeras migraciones árabes, asimilaba mal este primer contacto con estos. En primer lugar porque para el mismo, lo relacionado con la cultura árabe “no existía”.