El año 2016 para El Líbano fue un año de altibajos. La crisis de la basura de ocho meses y el vacío de poder terminaron por buen rumbo.
La crisis de la basura que había comenzado en julio de 2015 duró hasta marzo de 2016. Esto debido al cierre del principal vertedero del país que ya que había superado su capacidad, pero no había alternativa. La basura entonces se acumuló en las calles.
Decenas de miles de toneladas provocaron un apeste que terminó causando la ira de la sociedad. La presión sirvió y llegó una solución: las autoridades volvieron a abrir el vertedero de Naameh y anunciaron que abrirán otros dos vertederos y plantas de tratamiento al norte y al sur de Beirut (capital).
En octubre pasado, los esfuerzos para elegir un presidente por fin dieron frutos tras 46 sesiones parlamentarias celebradas con ese objetivo.
Finalmente el exjefe del Ejército, el general Michel Aoun, de 81 años, fue elegido como décimo tercer presidente del país. Y la primera promesa que hizo tras el juramento fue la lucha y la resistencia ante el régimen de Israel.
La llegada de Aoun a la Presidencia es fruto de un consenso entre dos bandos: de un lado, el expremier libanés Saad Hariri, líder del Partido Futuro, integrante de la Coalición 14 de Marzo, apoyado por Arabia Saudí, y del otro lado, el Movimiento de la Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá) y los cristianos.
Durante todo el año, el Ejército libanés ha estado combatiendo a los terroristas que pisan su territorio. En noviembre detuvo a uno de los líderes del grupo terrorista ISIS (Daesh, en árabe) y a otros diez miembros de la organización takfirí.
Así cierra El Líbano el 2016, refrendando el pacto para gobernar entre las 3 comunidades que conforman el país: el presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní, y el presidente del Parlamento un musulmán chií.