“…me dirijo a ustedes, garantes del orden internacional, para detener este crimen.
En los albores del siglo 21, el Líbano, por su razón de ser, es una necesidad para la seguridad de un mundo acosado por el fanatismo de todo tipo…
Los últimos acontecimientos en Bosnia-Herzegobina, en Argelia, y en menor grado en Paris son signos premonitorios de la naturaleza de los conflictos que nos amenazaran mañana, y que ni la disuasión nuclear ni la guerra convencional seran capaces de prevenir.
El fundamentalismo, nacido de la inequidad en la aplicación del derecho internacional y de las frustraciones que alimenta un desarrollo desequilibrado, amenaza con sumergir toda una civilización en el oscurantismo.
Nadie estará a salvo de la violencia que despertara el desencadenamiento de las pasiones étnicas e integristas, y ninguna frontera podrá contenerlas. ¿Estos virus cultivados en los laboratorios del realismo político no estarán en riesgo de contaminar a aquellos mismos quienes, indiferentes o cómplices, les han permitido germinar?