El presidente de la Republica, Michel Aoun, manifestó ayer en la sede de la Liga Árabe en el Cairo que el mundo vive una tercera guerra mundial fragmentada cuyo propulsor es un terrorismo inédito en su forma de ser y en su criminalidad, quien se esconde en la religión, totalmente inocente de él, que busca solo destruir nuestro patrimonio cultural y nuestra humanidad a través de guerras que han afectado a la mayoría de nuestros países y han causado el caos y la destrucción de los seres humanos, como han salpicado también a nuestra Liga Árabe.
Hoy nos sentimos en la extrema necesidad porque la Liga recupere su papel, en que sea emprendedora y para que todos los países cumplan con sus estatutos. Su aplicación real es la única forma en detener la autodestrucción y en reconstruir.
Los retos a los que nos enfrentamos son grandes, y el futuro de nuestros pueblos y nuestros países en las próximas décadas dependerá de nuestro éxito de cómo enfrentar estos desafíos. La base principal de este éxito es nuestra visión para el futuro que tendrá que llevar un cambio estructural en nuestras sociedades. Nuestras guerras que arden hoy día son el reflejo de un pasado y un presente que interactuaron, a tal punto que corregir y reparar las fallas ya no es posible, por lo tanto, urge la necesidad en revisar y renovar la estructura de toda nuestra sociedad.
Para lograr esta renovación, tenemos que respetar la diversidad y considerarla como una fuente de riqueza y no de separación y segregación, y en respetar la privacidad dentro de la unidad. Esto significa prácticamente darle prioridad a las fuerzas de luz y moderación en nuestro espacio árabe frente a las corrientes con deriva hacia el extremismo, con todo lo que exige esto de trabajo educativo y conciencia y de una exploración con un significativo desarrollo.
La doctrina sionista ha logrado transformar la guerra sionista – árabe en una guerra árabe – árabe basada en un conflicto sectario sangriento entre la gente de una misma nación, para justificar la judaización de Israel y convertir lo que queda de la población palestina en residentes que alquilan la tierra en lugar de ser ciudadanos propietarios.
Esto por sí solo es motivo suficiente para detener el derramamiento de sangre, para que prevalezca el lenguaje de la razón, para enderezar la brújula y unir nuestros esfuerzos para preservar los monumentos de Jerusalén que unen a los patrimonios cristianos y musulmanes y a sus monumentos; ¿Es posible imaginar Jerusalén sin la Mezquita de Al-Aqsa y sin el Santo Sepulcro?
El Líbano hoy día ha sido recuperado y está listo para jugar su papel y contribuir dentro de la gran familia árabe en lograr estos deseos que todos anhelamos. Está presente también para contribuir con todos los proyectos de desarrollo que ofrecen una oportunidad de cambio y de construcción, basados en principios y visiones que aportan la estabilidad y el progreso a nuestras sociedades y nuestros pueblos.