La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha reiterado hoy en la base Miguel de Cervantes, sede del contingente destacado en Marjayoun, el compromiso de España con la estabilidad del Líbano. A los militares españoles les ha trasladado en persona el reconocimiento y la gratitud del Gobierno por su trabajo, que cumple ya más de diez años sobre terreno libanés en el marco de la misión de Naciones Unidas.
Durante el brindis celebrado con los 620 efectivos que actualmente viven en la base, Cospedal ha tenido palabras de recuerdo y homenaje para los 15 soldados que dejaron aquí su vida desde que comenzó la misión, y ha agradecido el esfuerzo de las familias de todos los presentes. “Están muy lejos de casa pero muy cerca de nuestros corazones. Es un orgullo y un honor como española y como ministro estar hoy aquí con ustedes”, ha declarado antes de levantar su copa por el Rey y por España. Le acompañaban los diputados José Antonio Delgado de Podemos y Ricardo Tarno del PP.
Antes de visitar el destacamento de Marjayoun -adonde hubo de llegar por carretera porque la niebla desaconsejaba el transporte en helicóptero-, la ministra de Defensa se ha reunido con el primer ministro Saad Hariri para estrechar lazos entre ambos países, que no quieren ceñirse al operativo militar sino incluir intercambios comerciales y apoyo político y social.
De patrulla en el corazón de Oriente Medio
En la región más conflictiva del planeta hay una isla de estabilidad llamada Líbano. Las secuelas de su devastadora guerra civil son bien visibles en su capital, Beirut, que sin embargo ha logrado reinventarse como meca turística merced a la estrategia inversora de Saad Hariri. Frente al radicalismo latente de Hezbolá -fotos heroicas de sus guerrilleros puntean la sinuosa carretera que llega hasta Marjayoun-, que ya detonó el conflicto armado con Israel atajado en 2006, el régimen de Hariri defiende su condición democrática, amenazada por varios frentes entre los que el terrorismo yihadista y la crisis humanitaria en la vecina Siria son solo los más perentorios. Se calcula que entre uno y dos millones de refugiados sirios se han ido estableciendo dentro de las fronteras libanesas huyendo de la guerra. Al sur, la frontera con Israel nunca se enfría del todo: nadie con sello hebreo en el pasaporte puede entrar en Líbano ni viceversa.
La vida en la base Cervantes comporta rutinas de patrullaje no siempre exentas de riesgo, principalmente minas remanentes de cualquier guerra. Las cosas se han calmado desde que en 2007 un coche bomba detonado al paso de un BMR español -Hezbolá nunca reivindicó el atentado- segó la vida de seis paracaidistas españoles, pero el sargento Naranjo califica de “calma tensa” la situación. “En la frontera cualquier pequeña chispa puede prender la mecha. Estamos siempre en contacto con el ejército libanés. Si encontramos alguna artefacto, lo balizamos e informamos para proceder a su desactivación”, explica al pie del vehículo Lince antiminas en que sale a patrullar.
Desde hace mes y medio se oye acento cordobés en la Cervantes. Su brigada acaba de cruzar el ecuador de la misión. Cuando venza el plazo serán relevados por los canarios, mientras los cordobeses vuelven a España justo a tiempo para disfrutar de la feria, después de tres meses patrullando en el áspero corazón de Oriente Medio.