A Gerard Piqué nunca se le ha visto enfundado en ninguna bandera. Como mucho ha estado en una manifestación defendiendo el derecho a decidir, a favor de que Catalunya pueda votar. El futbolista se ha divertido en las celebraciones de títulos con su club, en las que ha sacado pecho y ha mandado más de un recado. Es culé desde la cuna pero eso no ha sido óbice para que uno de sus ídolos, Fernando Hierro, jugara en el Madrid. Además ha vestido a su hijo mayor con la camiseta de la selección española y lo ha sacado al césped. Todo eso es posible. Donde otros ven contradicciones, él se siente cómodo y sin traicionar sus convicciones de deportista de élite. Así es como, sin fijarse en el qué dirán, con 29 años, esta noche cumplirá su partido 80 con España convertido en el estandarte de un equipo que le representa por ambición y por estilo.
Piqué encarna ahora lo que en su día significó Xavi, futbolistas competitivos que aspiran a llegar a lo máximo, le pese a quien le pese. Él aprovecha el momento, juega para ganar y se lo pasa bien. Y por ese motivo, algunos le consideraban una especie de diablo. Fue la diana de muchos que se apuntaban al linchamiento. Él nunca se rebotó. Pero tampoco les dio el gusto de cambiar. Sabía lo que debía hacer.
Y lo hizo en Toulouse, donde salvó a España con su gol. En Niza, con la euforia del 3-0, ya fue coreado por la grada. “Lo recibí muy bien. Obviamente es mejor que te aplaudan que que te silben”, relata sobre el cambio de actitud en la afición. “Ya dije que yo eso sólo podía cambiarlo con el rendimiento en el campo. No era fácil pero lo he conseguido a base de jugar bien, de estar en un nivel alto y he tenido la suerte de marcar un gol importante”, resumió.
Vestido con la roja, el central era víctima de la agria disputa entre Barça y Madrid. Era el último rescoldo latente del odio mourinhista, con Arbeloa como inquisidor. Pero, en plena competición, nadie se acuerda de la polémica entre dos titulares de la última Eurocopa. “Al final la gente se ha dado cuenta de que esto es fútbol y no una competición de patriotismo”, definió el propio Piqué.
Tras celebrar el gol a Cech juntos, Ramos y Piqué, pareja compenetrada en el campo, se empezaron a seguir en las redes sociales. Un escollo más superado para los nuevos Xavi y Casillas. Una prueba del buen rollo imperante. “No tengáis dudas de que en la selección seguirá reinando el buen ambiente”, sentencia el barcelonista.
Ellos dos forman el pasillo de seguridad de España en este torneo y gracias a ellos la selección lleva diez partidos oficiales sin encajar gol. Desde la derrota en Eslovaquia en la clasificación. Del Bosque lo considera un aspecto que ha hecho crecer al equipo.
“Hacer tan bien la parte defensiva nos permite tener continuidad en el ataque”, explica el seleccionador. Y Piqué coincide y comparte el mérito. “Aparentemente somos muy ofensivos pero tenemos una estructura muy organizada detrás con jugadores de muy buen nivel: con Ramos, Busquets o los porteros, hasta ahora Casillas y ahora De Gea. Todos son pilares básicos. Desde que estoy aquí el trabajo defensivo es muy bueno. Lo fue en el Mundial de Sudáfrica y en la Eurocopa del 2012. Creo que la clave para ganar el torneo es no encajar goles”, vaticina. Es decir, que España está en el buen camino de nuevo.
Ese camino pasa hoy por Croacia, donde está su compañero Rakitic. “No he hablado con Ivan. Me llevo muy bien con él. Será un duro reto y va bien empezar a jugar contra selecciones que proponen más fútbol porque a partir de octavos te vas a encontrar equipos así y va a ser a vida o muerte”, analiza un Piqué que teme a Italia. “Es muy Italia y eso me preocupa”. Piqué es muy Piqué.