Rodeados de conflictos, los telediarios son cita diaria para los libaneses
En Líbano ver el telediario se ha convertido en deporte nacional. Hábito heredado seguramente de numerosas horas recluidos frente al televisor que buena parte de la población pasó durante la guerra civil (1975-1990). En la coyuntura actual, la sed de noticias sobre el vecino conflicto sirio mantiene en vilo a los espectadores, cuyo futuro queda intrínsecamente ligado al devenir de Siria. A pesar de ser un pequeño país, con una extensión similar a la de Asturias y 4,5 millones de habitantes, Líbano cuenta con nueve cadenas de televisión que ofertan los contenidos más liberales de la región. Seis de ellas al servicio de partidos políticos y, tres, dicen, más o menos neutrales: LBC, Al Jadeed y MTV.
Conscientes del marcado tinte político, la mayoría de los libaneses zapean hasta topar con las cadenas Al Jadeed o LBC (decana de las privadas) para ver las noticias. Una vez hecho el cuadro general de la situación regional y mundial, reactivan el control remoto para oír la postura oficial de cada partido. De esta forma, cuando hay un evento que atañe al partido Al Mustaqbal, se conectarán a la cadena El Futuro. Si por el contrario se trata de asuntos que inmiscuyan a Hezbolá, lo harán a Al Manar. El noveno canal a la cola de la audiencia nacional es precisamente el único estatal: Télé Liban.
Fuera de los telediarios, los líderes políticos acostumbran a dar esporádicos discursos televisados. Los de Hassan Nasralá, líder de Hezbolá, y los de Saad Hariri , líder del partido El Futuro y menos habituales, son platos predilectos para los espectadores. Y si por si a alguien se le olvidara anotar su cita con las populares arengas, un concierto de ráfagas de tiros de kalashnikov al aire hacen las veces de teloneros y clausura de los discursos en cada barrio. Una práctica tan habitual, que ha llevado a los dirigentes del país a rogar públicamente a todo ciudadano de abstenerse de la fiesta balística dado el consiguiente número de heridos. Aburridos de una vida política que parece repetirse en bucle, los más jóvenes optan por suplantar la pequeña pantalla por una menor: las tabletas donde elijen sus contenidos surfeando en la red.
Si existieran estadísticas sobre la consumición de la pequeña pantalla libanesa, que no las hay, el talk show semanal Kalam El Nass (lo que dice la gente), arrasaría en los ratios de audiencia. Tras 21 años presentando el programa, Marcel Ghanem sigue siendo la estrella que arranca los picos más altos de audiencia. Enfocado sobre temas de actualizad barre desde la política, a la cultura o lo social. A cada programa, el minucioso presentador de 52 años escrudiña la crisis de basura, el popular grupo musical Mashrú Al Leila, o entrevista a los líderes religiosos (el país alberga a 18 confesiones diferentes) y políticos. Y si algún personaje de los nueve millones de la diáspora libanesa, o con sangre libanesa se encuentra de paso en el país, serán arrastrados al plató de Ghanem, como lo fue Shakira.
Si también hubiera estadísticas sobre los abonos a la televisión por cable, que tampoco las hay, éstas dirían que en Líbano apenas un puñado de espectadores optan por los servicios privados de satélite. Y se confundirían, porque la gran mayoría dispone de un abono pirata, con hasta 50 canales disponibles, provisto por las mafias. Estas campan sus oficinas en cada barrio ofreciendo servicios por el módico precio de 10 euros mensuales. Un servicio que amplifica notablemente la oferta de contenidos para los espectadores libaneses con cadenas del Golfo y de Egipto.
Cada Ramadán regresan las telenovelas
Es durante el mes de Ramadán, mes de ayuno musulmán y que este año finalizó el pasado 5 de julio, cuando a los telediarios les surge un competidor: las telenovelas. El país se ralentiza con largos días de ayuno bajo el sol y acortadas jornadas de trabajo. Cada atardecer, las familias libanesas se reúnen alrededor del sus televisores para romper el ayuno. Momento de apoltrono en el sofá que aprovechan las diferentes cadenas para enlazar en bucle hasta cuatro telenovelas seguidas. Y por si no hubiera bastante drama en el país, más drama, mucho amor traicionado y muchas rencillas familiares con venganzas que nunca parecen llegar son los condimentos preferidos. Pero hasta en el consumo de telenovelas dicta la actualidad política, y las teleseries sirias que monopolizaban la oferta de la pequeña pantalla han sido progresivamente desterradas por las turcas debido a la guerra.
Ahora las productoras libaneses intentan inundar el mercado con nuevas teleseries autóctonas. Grabada en el barrio antiguo de Damasco y relatando las vicisitudes de sus vecinos bajo el mandato francés, Bab el Hara, la telenovela líder de audiencia, perdía este año su rango tras diez ramadanes seguidos. En su lugar, nuevas producciones libanesas toman el relevo como la estrenada Mish Ana (No soy yo), donde los espectadores buscan identificarse con las diatribas diarias de dos enamorados en la cincuentena y los personajes de su entorno. Para el resto del año, los diferentes canales ofertan un amplio contenido de entretenimiento entre los que ganan terreno la versión árabe de Star Academy, programas de cocina o reality shows como The Sisters, las Kardashians libanesas.