El FC Barcelona no quiere vender a Neymar. De hecho, está tratando de retenerle a través de una mejora multimillonaria de su actual contrato, que expira en el 2018. Un equipo de directivos y ejecutivos lleva unos cuantos meses trabajando en el documento (sería imperdonable reincidir en el error) y cree tenerlo todo encarrilado, a falta prácticamente de la firma del protagonista, cuyo entorno no ha dado señales de desbandada, al menos en el cara acara. La aparente seguridad en el desenlace final es tal que no consta un plan B del club para hacer uso de los 190 millones de cláusula de rescisión que caerían de golpe en caso de que un club estuviera dispuesto a llevarse al brasileño. Por increíble que parezca ante la magnitud de la cifra, hay tres grandes europeos con esas intenciones según desveló Wagner Ribeiro, uno de los representantes del futbolista, el más charlatán seguramente. Las sospechas recaen sobre el Manchester United, necesitado de un golpe de efecto, el Real Madrid, movido por la afrenta que significó perder al brasileño cuando casi lo poseía, y el PSG, huérfano de una gran estrella desde que Ibrahimovic anunció su marcha. Los franceses son quienes más apretan, como está informando estos días Mundo Deportivo.
La situación ha provocado debate en el barcelonismo. La pregunta es obvia: ¿Valdría la pena vender a Neymar? La respuesta, con argumentos futbolísticos, arroja un “no” rotundo sin más consideraciones. Neymar es joven (24), está entre los cinco mejores del mundo y ha ofrecido un gran rendimiento en sus tres años como azulgrana. El problema, más allá de los traumáticos pleitos judiciales, es la mochila extradeportiva.
Neymar es más que un jugador de fútbol. Es una marca. Está él y a continuación el séquito que vive de él. Su padre sobresale por encima de todos, no hay transacción o movimiento que se haga sin su permiso, pero dependen también del brasileño unos cuantos agentes, asesores y los autodenominados toiss, amigos del crack, residentes en Barcelona y con ganas de pasarlo bien. A esa comitiva hay que añadir a Álvaro Costa, empleado de Nike que le sigue a casi todas partes, hijo de Pepe, el hombre de confianza de Messi en el vestuario, y algunos empleados temporales más… pero el grueso del pelotón es ese. Neymar, que adora el póquer, se mueve en grupo, tiene más de 17 patrocinadores principales que le piden rodar anuncios con asiduidad y necesita alimentar las redes sociales a diario para mantener su visibilidad en el mercado. Este verano ha debido compensar su ausencia en la Copa América con varias citas de impacto, un día con Stephen Curry en Oakland, al otro con Justin Bieber y Lewis Hamilton en Pasadena, después con Serena Williams en algún lugar de EE.UU. “Siempre hay que estar preparada. Nunca se sabe cuando puede aparecer Neymar”, dijo la tenista. Neymar no cierra por vacaciones.
El Barça ha debido adaptarse a este nuevo tipo de futbolista multimedia. Messi, el mejor de la historia, es mucho más tranquilo. El fútbol y la familia son el centro de su vida. Y además, a sus 28 años, está en plena madurez. Soportar para el club el peso de Neymar, señalado como sucesor del argentino con alegría temeraria, es logísticamente más complicado, pero en el Barça no se duda. La mochila ni descompensa ni distrae el valor de Neymar como futbolista. Además, quien debe decidir qué hace con su futuro y con su vida este verano es el crack. Neymar tiene la palabra.