Analisis, Recientes elecciones presidenciales en el Líbano

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El 31 de octubre de 2016, Michel Aoun fue elegido para la presidencia libanesa por mayoría parlamentaria. La elección de Aoun pone fin a un período de dos años durante el cual el Líbano ha funcionado sin jefe de Estado debido a la incapacidad de las coaliciones políticas rivales del país para acordar un candidato.

La coeditora de Jadaliyya, Maya Mikdashi, profesora adjunta de Estudios de Género y Estudios de Oriente Medio en la Universidad Rutgers, nos explica esta crisis, su resolución y sus implicaciones más amplias en el sistema político libanés.]

-Jadaliyya (J): ¿Cuál es la naturaleza de la representación política en el Líbano y el estatus actual de sus instituciones clave?

-Maya Mikdashi (MM): Los tres cargos políticos más importantes del Líbano son los de presidente, primer ministro y portavoz del Parlamento, que representan a las tres principales instituciones de gobierno. Sin embargo, los ciudadanos libaneses eligen sólo a los ocupantes de una de esas instituciones: el Parlamento. Los miembros del Parlamento, que constitucionalmente sirven un mandato de cuatro años, eligen a su vez a su portavoz (para un mandato de cuatro años) y al presidente de la República (para un mandato de seis años). El presidente, en estrecha consulta con el Parlamento, selecciona a su vez al primer ministro, que es quien forma el gabinete. Por tanto, no son los ciudadanos libaneses quienes eligen a los ocupantes de las tres principales instituciones del Estado.

Desde la independencia, el acuerdo informal entre las elites políticas conocido como “Pacto Nacional” estableció que el presidente de la República debía ser un cristiano maronita, el primer ministro, un musulmán sunní, y el portavoz del Parlamento, un musulmán chií. Durante las elecciones parlamentarias y como remanente del período del Mandato Francés, los ciudadanos emiten sus votos en los distritos en cuyas listas aparecen como “originarios de” en los registros nacionales, una designación que se hereda patrilinealmente, en vez del lugar en donde residen. Es importante señalar que cuando las mujeres se casan, se las traslada de forma automática en los registros estatales a los distritos de los que sus maridos son “originarios”. Enfrentados con las listas de candidatos multisectarios que concurren a las elecciones, los votantes pueden elegir entre votar por una lista completa, por diferentes listas o anotar sus candidatos.

En las primeras décadas después de la independencia, el presidente del Líbano ejercía muchas más prerrogativas y poderes que el primer ministro o el portavoz del Parlamento. Sin embargo, los Acuerdos de Taif –el acuerdo formal que puso fin a la guerra civil libanesa de 1975/1990- y las posteriores enmiendas constitucionales transfirieron importantes poderes ejecutivos de la Presidencia al Consejo de Ministros (es decir, al gabinete, que preside el primer ministro). Estas reformas promovieron también significativamente el papel del Parlamento y de su portavoz. El sistema resultante llegó a ser conocido como la política de la troika, en función de la cual cada una de las tres oficinas podía utilizarse para controlar a las otras dos. El acuerdo posterior a la guerra también cambió la ratio de escaños parlamentarios para cristianos y musulmanes de 6:5 a 1:1. Teniendo en cuenta las divisiones confesionales dentro de cada grupo religioso, esto significa realmente que los maronitas cristianos tienen el número mayor de escaños respecto al tamaño de su secta.

Desde 2013, las elecciones parlamentarias programadas para 2014 se han pospuesto en dos ocasiones, la única ocasión en la historia libanesa en que se ha producido un hecho así, con la excepción del período de la guerra civil. La razón ofrecida para estos retrasos es la incapacidad del Parlamento para acordar una ley electoral, que normalmente se promulga antes de cada elección a fin de designar los procedimientos electorales y de representación. Entre las controversias que esta ley suscita figuran las manipulaciones, la rebaja de la edad del voto de 21 a 18 años y la capacidad para votar de los ciudadanos libaneses que se encuentren en el extranjero. En vez de llegar a un consenso y legislar (que es, después de todo, de lo que debe ocuparse), el Parlamento votó para ampliar su propio mandato hasta que se dieran las condiciones “favorables” para unas elecciones. En estos momentos, está previsto que se celebren en 2017.

Así pues, los ciudadanos libaneses votaron por última vez una forma de representación política nacional en junio de 2009, hace casi nueve años. En el momento en que haya un nuevo Parlamento (si las elecciones se celebran en efecto en 2017), habrán pasado casi diez años. Debería resultar ya obvio que nada bueno se deriva de la privación de derechos políticos, que es exactamente lo que ha estado sucediendo en el Líbano. Cabe destacar que la elección de Michel Aoun para la presidencia estuvo dirigida por un parlamento cuyo mandato electoral expiró hace más dos años, una violación del proceso electoral estipulado en los Acuerdos de Taif. Además, la reciente elección de presidente se ha producido dos años después de que terminara el anterior mandato del presidente, en 2014.

-(J): ¿Por qué ha estado vacante tanto tiempo la presidencia?

-(MM): La razón aducida para el vacío de dos años en la presidencia tras el fin del mandato del presidente Michel Suleiman en 2014, es la ausencia de un candidato de consenso creíble para sucederle. Como mencioné anteriormente, debido a la estructura del sistema político libanés, son los miembros del Parlamento en lugar de los ciudadanos del Líbano quienes deciden si un candidato es “creíble” o no. En esta reciente votación, Michel Aoun era el único candidato nominado por el Parlamento. No hubo candidatos alternativos y, por lo tanto, ninguna votación competitiva. El nombramiento de Aoun ha seguido a años de presiones en favor suyo y del eventual apoyo a su candidatura para el puesto por parte de sus rivales de otras épocas, incluyendo al líder de las Fuerzas Libanesas, Samir Geagea.

La elección de Michel Aoun a la presidencia refleja varias tendencias importantes en la política regional y libanesa:

· La continuada détente entre las principales coaliciones políticas rivales: el 14 de Marzo y el 8 de Marzo (la primera dominada por el Movimiento por el Futuro dirigido por Hariri y las Fuerzas Libanesas dirigidas por Geagea, la segunda por Hizbollah y el Movimiento Patriótico Libre dirigido por Aoun):

La fragmentación de la coalición del 14 de Marzo y la guerra en curso en Siria fueron los principales factores en la precipitación de esta détente. Ahora que el presidente Aoun ha pedido a Saad al-Hariri que forme y dirija un gabinete, que muchos afirman era una precondición para el apoyo de la coalición del 14 de Marzo a la candidatura de Aoun, la polarización entre estos dos campos que se apoderó del país a partir de de 2006 mejorará. Debe subrayarse que un área de consenso entre la clase política es el endurecimiento de la situación de los refugiados sirios y de los refugiados palestinos en el Líbano, además de los refugiados iraquíes y sudaneses. Actualmente hay un refugiado por cada tres ciudadanos residentes en el Líbano, y la única respuesta del gobierno hacia estas poblaciones refugiadas (en especial los refugiados sirios) es más seguridad, explotación y violencia. Además, los altos cargos del gobierno (incluido Aoun) amenazan regularmente a los refugiados sirios en el Líbano con el “retorno” forzoso a Siria, el lugar del que tuvieron que escapar.

· El plegamiento del conflicto de Siria a la Guerra Global contra el Terror, junto con los realineamientos internacionales tras la aparición y avances del movimiento del Estado Islámico (aka ISIS) en Siria e Iraq:

En la actualidad, el régimen sirio, Rusia, Irán, Hizbollah y EEUU, todos ellos afirman estar combatiendo al ISIS en Siria. El presidente Aoun y la alianza a la que pertenece tienen lazos con Damasco y su elección representa una creciente aceptación de la longevidad, poder y continuación del rol del régimen de Asad. Esto a pesar del hecho de que el mismo Aoun combatió al ejército sirio en el Líbano durante la guerra civil, apareciendo después como importante figura en la aprobación del Acta de Responsabilidad Siria del Congreso de EEUU. De hecho, Aoun sólo volvió al Líbano una vez que el ejército sirio se retiró del país en 2005, tras el asesinato del ex primer ministro Rafiq al-Hariri (el padre del primer ministro seleccionado ahora, Saad al-Hariri).

· Líbano se enfrenta en estos momentos a numerosos retos regionales e internos:

Desde la gestión de las basuras y de los refugiados (los cito juntos a propósito para reflejar la xenofobia con que las autoridades libanesas enmarcan el “problema” de los refugiados), al continuo deterioro de la vida, los servicios y las instituciones públicas, el país se enfrenta a numerosos desafíos. El vacío presidencial y la falta concomitante de representación cristiana (maronita) en la rama ejecutiva debilitaron de diversas formas la capacidad del Estado libanés para enfrentarse con credibilidad a estos retos sin abrirse a la crítica sectaria. La elección de Aoun permite que el Estado ejecute con mayor firmeza sus planes de securitización y devastadoras políticas económicas con más “credibilidad”. Por otro lado, ahora que hay presidente, será más fácil desafiar la naturaleza parasitaria de la clase política precisamente porque la corrupción y las aplastantes políticas económicas neoliberales unen a esta clase a través de las divisiones sectarias, ideológicas y regionales.

Más allá de este último punto, quizá no sea casualidad que la elección se Aoun se deba a que un poderoso movimiento popular, dirigido por la sociedad civil, intentara elegir a tecnócratas no partidistas durante las elecciones municipales de 2016. Los campos políticos del 14 de Marzo y del 8 de Marzo se unieron en la práctica a fin de derrotar la oleada de apoyo a los candidatos de Beirut Madinati , quienes, a pesar no ganar las elecciones, consiguieron un porcentaje impresionante de votos. La elección de Aoun puede entenderse como una “respuesta”, un acto de consolidación del establishment ante el activismo electoral que puso de manifiesto la debilidad del poder político y económico establecido, al parecer hereditario.

-(J): ¿Cómo pudo funcionar la política libanesa sin un jefe de Estado?

-(MM): El Estado libanés lleva años funcionando como Estado securitario, puede decirse que desde que el final de la guerra con Israel de 2006 y el establecimiento del Tribunal Especial para el Líbano a principios de ese mismo año. Por ello es quizá importante revisar las distinciones entre “el Estado” -como sistema de instituciones y tecnologías biopolíticas entrelazadas de gestión de la población con una lógica y ritmo internos- y “el gobierno” –funcionarios elegidos o seleccionados y agentes del poder-. Además, debido a que la rama del ejecutivo funciona como un sistema de “troika” integrada por el presidente, el primer ministro y el portavoz del Parlamento, la falta de presidente no significó la carencia de poder ejecutivo, especialmente porque el primer ministro actuó durante este período como presidente interino.

El hecho de que el Estado continuara actuando sin presidente es también una prueba de los debilitados poderes de esa oficina. En la era post-Taif, la presidencia tiene menos poder ejecutivo y menos independencia que el cargo de primer ministro. La crisis de la Presidencia fue, por tanto y ante todo, una crisis de legitimidad, pero no así de poder estatal. Ahora que hay un presidente y por ello “legitimidad”, podemos esperar ver un refuerzo más intenso de las lesivas e impopulares políticas que apuntan a los ciudadanos y a los residentes más vulnerables (social y económicamente) del Líbano. Esto pone de relieve la realidad de que la crisis esencial de legitimidad a que se enfrenta hoy el sistema político libanés es la ausencia de un Parlamento electo. En mi opinión, todo lo que proviene de un Parlamento que no ha sido elegido, incluyendo la elección de Aoun, carece de legitimidad constitucional.

-(J): ¿Qué otras cuestiones plantean estos recientes acontecimientos?

-La elección de Aoun para la presidencia es una prueba más del hecho de que el Líbano tiene aún que lidiar con los legados de la guerra civil de 1975-1990 y los posteriores episodios de violencia civil. Hasta ahora, la historia que enseñan los libros en el sistema público de educación acaba en 1975, precisamente porque no ha habido consenso sobre cómo “enseñar” la guerra civil y su final.

La guerra civil no se libró sólo en la superficie del cuerpo, sino también en la interconexión de la memoria y los afectos: los registros de lo psicosocial. Nunca ha habido una discusión franca y públicamente organizada de las formas en las que los recuerdos de la guerra civil libanesa aparecen tan fracturados y polarizados como la misma guerra. Y sin embargo, sabemos por la teoría política y por casos como los de Ruanda y Sudáfrica, que un mecanismo eficaz para construir un futuro político común (dentro de la estructura de Estado-nación) consiste en involucrarse y producir un pasado político común, aunque sea divergente, centrado en las experiencias civiles de la guerra y los traumas. Bassam Haddad ha subrayado recientemente la importancia de comprometerse con la guerra siria no sólo como partidos, ideologías o atrocidades divergentes, sino también a nivel de lo personal, lo contradictorio, lo comunal y un reconocimiento compartido de lo que se necesita para vivir y sobrevivir a la guerra y el desplazamiento. Después de todo, quienes sobrevivirán a esta guerra son seres humanos y van a tener que vivir juntos en la Siria de la “posguerra”, no las ideologías o las posiciones políticas elaboradas. Los ciudadanos y residentes de Siria son quienes tendrán que vivir juntos tras una guerra devastadora plagada de atrocidades, asesinatos masivos, desplazamiento y destrucción total, independientemente del “bando” que tomaron o no tomaron durante la guerra. Estas son las realidades específicas de los mundos de las guerras y posguerras civiles.

Lo mismo puede aplicarse al Líbano, veintiséis años después del fin oficial de una guerra civil de quince años que mató a más de 150.000 seres e hirió y mutiló a un número parecido (en una población que durante la guerra rondaba los 3.000.000 de habitantes) bajo el eslogan de “sin vencedores ni vencidos”. Lamentablemente, parece que sí hay vencedores en el Líbano: la clase política que estuvo directamente implicada, que se benefició y transformó con la guerra y está ahora ocupando todas las ramas del gobierno. Y lo que es aún más lamentable, parece que también hay vencidos: a saber, la población (de todos los bandos) que vivió, murió y sobrevivió a la guerra. No sólo estoy hablando de la guerra civil de 1975-1990. Deberíamos también exigir que los políticos que conspiraron junto a EEUU y, por delegación, Israel, durante la guerra de 2006 entre este país y el Líbano, tengan que rendir cuentas. Sabemos que estos políticos conspiraron cuando el país estaba en guerra gracias a los cables publicados hace años por WikiLeaks. No obstante, esos políticos y dirigentes siguen desvergonzadamente en el poder.

En el Líbano, debemos reconocer y encontrar vías para abordar la violencia y pérdida que experimentamos y que nos infligimos unos a otros durante la guerra. La necesidad urgente de llevar a cabo este tipo de acción política ha quedado muy clara en la elección de Aoun. Para muchos libaneses, Aoun no será nunca más que un criminal de guerra. Aunque para otros represente la promesa de estabilidad, un Estado (más) fuerte y representación cristiana. ¿Hay espacio en Líbano, por ejemplo, para discutir o pensar abiertamente por qué la elección del presidente Aoun es al mismo tiempo un hecho traumático para muchos libaneses y un evento popular que inspira esperanza en muchos otros? Esas difíciles conversaciones son pasos importantes para construir un consenso en contra de la clase gobernante, que ha estado tan profundamente entrelazada con la política y economía del tiempo de guerra como lo está en la actual era posguerra. Si comprendemos que la guerra civil se libra no sólo en la superficie de los cuerpos sino también en las interrelaciones del afecto, la memoria y la imaginación política, entonces deberemos promover también a estos niveles el compromiso para vivir juntos.

Soy una firme defensora de unas elecciones parlamentarias inmediatas, sobre todo porque son los ciudadanos los que deben elegir al Parlamento y el Parlamento el que elige al presidente, con independencia de lo defectuoso que sea el sistema electoral. Convocar elecciones presidenciales –o celebrar los resultados de una elección (en realidad una selección, ya que sólo había un candidato nominado)- sin asegurar primero un Parlamento legítimo, sólo sirve para privar de derechos a los ciudadanos y despolitizar aún más el hecho de que el Parlamento actual es ilegítimo.

En vez de fijar unas elecciones presidenciales, un término engañoso porque el proceso se describe mejor como “selección parlamentaria”, creo que deberíamos darnos cuenta de que la única vía para que los ciudadanos tengan algo que decir sobre la dirección política del país es celebrar de inmediato elecciones parlamentarias bajo una nueva ley electoral que considere a todo el país como distrito electoral único y reduzca la edad de votar a los dieciocho años. Esa ley eliminaría también el gerrymandering   que mantiene a muchos políticos corruptos e inútiles en el poder.