Alejandro Hayek, arquitecto; transforma lugares abandonados en centros culturales

“Lo hemos hecho entre todos y con material de desecho”

Tengo 45 años. Nací y vivo en Caracas (Venezuela), pero me muevo por el mundo. Tengo una hija (7), que vive en Nueva York. Hemos creado un movimiento desde la sociedad civil para repensar la forma en que usamos la ciudad. Hay que democratizar las estructuras de poder. Soy un humanista.

La idea de progreso que impulsó el movimiento moderno ha dejado fuera a muchas comunidades.

Barrios degradados.

Sí, barrios de chabolas que llevan años reclamando infraestructuras para las que no hay fondos o, cuando los hay, se quedan por el camino.

¿Alguna buena noticia?

Hay muchas comunidades que están apropiándose de espacios que no están regulados, que son accidentes de los planes formales de la ciudad: espacios vacíos que quedan entre la autopista y su barrio de favelas, un parking abandonado, un vertedero en desuso…

¿Y allí construyen al margen de la ley sus propias infraestructuras?

Sí, las comunidades empiezan a utilizar esos espacios de manera espontánea y sin norma municipal que las regule. En Caracas más de la mitad de la ciudad no ha sido planificada, son territorios informales.

Todas las ciudades quieren acabar con esos barrios vergonzantes.

Cierto, los actuales planes de urbanismo todavía pretenden construir torres de edificaciones para mudar a la gente de las favelas a estos nuevos urbanismos verticales de cemento.

Y la gente no quiere ir…

No, prefieren vivir en las favelas, donde tienen mucha mayor proximidad con sus vecinos, intercambian recursos e interactúan de manera horizontal a través de los consejos comunales.

Usted les ayuda a construir sus infraestructuras al margen del Estado.

Pero como ciudadano, no como experto o filántropo. Hoy podemos pedir subvenciones que van directamente al barrio, y yo les ayudo a organizar esos espacios.

Así nace el parque cultural Tiuna El Fuente, de 8.000 metros cuadrados.

Y sin que la municipalidad pague por su mantenimiento. De forma autogestionada funcionan comedores comunitarios, sistemas productivos de siembra y manejo de huertas urbanas, una radio comunitaria, un estudio de grabación, tres teatros, aulas multipropósito, talleres de serigrafía, de costura, cine, baile, teatro…

¿Y todo esto quién lo paga?

Son autosostenibles. Cualquiera puede usar las infraestructuras siempre que genere programas formativos en el parque. Es decir, que si tú quieres hacer allí ropa, tienes que hacer talleres de formación, contar con la comunidad.

¿El parque lo ha construido la comunidad con sus propias manos?

Sí, de la misma manera que hacemos métodos formativos para todas las actividades que se desarrollan, lo hemos hecho para la construcción, y así edificar el parque ha sido una forma de aprender.

¿…?

En el barrio hay albañiles, carpinteros, electricistas… que trabajan formalmente en la construcción y que están formando a jóvenes del barrio, la mayoría en situación de riesgo.

¿Si necesitan hacer una escalera, hacen un taller para aprender a construirla?

Sí. Al maestro se le paga y los materiales son reciclados, sobrantes de obras, materiales de desecho. Diseñamos conjuntamente e incluso invitamos a estudiantes de Arquitectura a participar. El resultado es una escalera hecha de tubos de escape con una intención estética muy contundente pero que deriva de la necesidad.

Las ventanas son claraboyas.

Es lo que teníamos. Con la lata de los contenedores construimos puertas correderas, con láminas de zinc recogemos el agua de lluvia con la que regamos todo el parque.

Entusiasmante.

Este lugar, que era un enorme parking abandonado, hoy es un parque verde. Los árboles que sembramos hace diez años han creado un nuevo ecosistema. Nuestro suelo da de comer a la vez que es un parque con infraestructura cultural y deportiva. Los edificios flotan sobre el área verde y los auditorios son subterráneos.

Ha ganado el premio Nacional de Cultura.

Sí, un complejo que no tiene permiso de edificación, que robaba el agua y la luz, autogestionado y autoconstruido.

¿Cuál es su reflexión?

El edificio es una excusa, no es un fin: se ha generado una dinámica cultural y de subsistencia importantísima. Si nos hubieran dado un millón de dólares para construirlo en un año, no hubiera tenido la fuerza social que tiene ahora. Es muy fácil construir infraestructuras, pero muy difícil construir relaciones humanas.

Era un barrio peligroso…

Era un barrio controlado por bandas delictivas a las que iban a parar todos los jóvenes, pero los nuevos liderazgos que se han creado en el barrio gracias al parque cultural Tiuna han permitido que los jóvenes encuentren nuevas maneras de ser alguien a partir de sus talentos.

¿Músicos, grafiteros, artesanos…?

Chicos que se formaron en el parque han ganado el festival de breakdance de Tokio. Los diferentes grupos culturales se conectan con otros grupos, intercambian artistas, profesores…

Al margen de las instituciones culturales.

Sí. Todos esos talentos que fueron excluidos del discurso formal del arte, la cultura y los saberes están encontrando una nueva manera de desarrollar sus prácticas, y está pasando en todo el mundo. El arte y la cultura vuelven a estar en la calle. El ciudadano está retomando su espacio y su posibilidad de transformarlo en lugar de esperar que el Gobierno les dé soluciones.