Ministro Bassil en la Liga Árabe: Una nación dormida debe rebelarse o morir.

Palabra del Ministro del Exterior, Gebran Bassil, en la Sesión Extraordinaria de Ministros de Relaciones Exteriores árabes en El Cairo el 9 diciembre 2017

Secretario General,
Sus Excelencias los Ministros,              Señoras y señores

Jerusalén no es una causa sino la causa, porque es el título de nuestra identidad árabe. Jerusalén no pertenece a un Dios judío que expulsa a otro Dios cristiano o musulmán, menos un lugar de lucha de los dioses en la Tierra. Nuestro Dios es único y es para todos, y Jerusalén no puede ser un Estado unilateral, porque no hay lugar para el unilateralismo entre nosotros. Jerusalén es para los judíos, cristianos y musulmanes, y somos hijos de Abraham, de Jesús y de Mahoma. Todos queremos orar en Jerusalén, y no podemos aceptar que se nos prohíba de hacerlo.

Así que no estoy aquí en nombre del Líbano para condenar un proceso de saqueo, ni para recordar una identidad árabe que fuimos unos de sus creadores, menos por averiguar sobre una pertenencia profunda que han querido desviarla en disputas distractivas, que buscan como dividirnos en sectas y comunidades, tribus y clanes, para convertirnos en una nación fragmentada y humillada presa de insultos, que pretenden robar sus símbolos y usurpar su tierra, en lugar de ser una unión que comparte la ciencia, el desarrollo y el diálogo. Menos estoy aquí por reclamar una declaración estéril, o una condena simbólica borrada su tinta en la noche, y burlada por sus oyentes.

Estamos aquí porque no queremos que nuestro arabismo renuncie a Jerusalén, y nosotros, en el Líbano, nunca huimos a nuestro destino que es la confrontación y la resistencia hasta el martirio.

Formamos parte de la identidad de Jerusalén. No aceptamos sino vivir libres y nos sublevamos contra todo usurpador y ocupante. Después del incendio del templo Al Aqsa en 1969, Golda Meir nos quería una nación dormida. Nos transformamos en una nación fallida, mientras que otros nos querían una nación ausente, dispersa e inexistente, debido a nuestra falta de visión única y común y a la ausencia de una ideología abierta que nos una. Una ausencia que rechazamos y trabajamos por despertarla con nuestra libanidad única, y la ligamos a nuestro vasto espíritu levantino que mira hacia un arabismo ardiente y desarrollado.

Formamos parte de la identidad de Jerusalén. Nuestra dignidad es intocable y nuestra identidad es inalienable, y ambas volverán a ser libres y cruzaran nuestra libanidad hacia el levante y el arabismo.

Estamos aquí por recuperar nuestro arabismo perdido entre sunitas y chiitas, desperdiciado entre Oriente y Occidente, distraído por un conflicto árabe-persa, y impulsado de forma ilusoria por crear un miedo islámico-cristiano mutuo, cuando el mismo Papa Copto Shenouda, el Patriarca ortodoxo Ignacio IV Hazim, el obispo George Khodr y el padre Joaquin Mubarak fueron las personas que más llevaron con ellos el arabismo como causa de vida. El Patriarca Árabe se dio cuenta de que el objetivo de las guerras en nuestros países no era acabar con el régimen de un país, sino con el país.

Para desviarnos de la causa palestina, crearon la Primavera Árabe y las guerras chiíes suníes, y financiaron fuerzas extremistas terroristas que amenazaron la existencia de las minorías, a sabiendas de que todos somos minorías de manera u otra. Estas guerras fueron inventadas pero fracasaron y de este fracaso han surgido el traslado de la embajada y la judaización de Jerusalén.

El Líbano en su mensaje es la gran cuenca que absorbe las crisis y confronta los proyectos de fragmentación. Supo cómo preservar su unidad nacional elevándose por encima de las pertenencias sectarias, y está intentando alejarse de los problemas que lo rodean contando con su comprensión para salvaguardar su pertenencia árabe, y su plural y vasta integración cultural.

La especificidad del Líbano basada en un modelo plural y participativo constituye el primer pilar para recuperar el arabismo. Igualmente, los entendimientos políticos nacionales en todos los países árabes basados en la aceptación del otro y asociarse con él, son otros pilares también. La casa árabe no puede edificarse sin el techo de Jerusalén, que es la entrada para todas las soluciones, y el punto común para todas sus variantes, su pilar fundamental.

Hermanos y hermanas

¿Puede la desgracia unirnos? ¿Debería abofetearnos para despertarnos de nuestro coma? Jerusalén es una madre y una hermana, y nuestro honor se lo debemos a ella. Ella nos llama y nos pide socorro. ¿Deberíamos decepcionarla? ¿O más bien nos levantemos para apoyarla? La historia no nos perdonara, y nuestros hijos en el futuro no estarán orgullosos de lo que hicimos. Hasta el espejo nos mirara con desdeño cuando se cruzara con nuestra mirada. Pobre de nosotros si abandonamos cobardemente hoy esta sala. Una nación dormida debe rebelarse o morir.

No hemos venido aquí para levantar la mano y hacer acto de presencia, ni para consolarnos los unos y los otros. Estamos aquí:

1-Para reencontrar nuestra alma en lugar de perderla y recuperar la Causa Madre, la de Palestina y cuya capital es Jerusalén. No debemos contentarnos por el reconocimiento de Palestina como Estado, ni por obrar como expandir este reconocimiento a todos los países que no lo han hecho, ni por actuar porque Palestina sea miembro pleno de las Naciones Unidas. Cada uno de nuestros países debe hacer lo necesario para que Jerusalén sea consagrada como capital del estado palestino. En lo que a mí respecta, solicitaré ante el próximo consejo de ministros del Líbano tomar todas las medidas necesarias en esta dirección.

2-Retomar una política árabe común para tomar todas las medidas disuasivas necesarias frente a la decisión de los Estados Unidos o de cualquier otro país que esté tentado de hacer lo mismo. Estas medidas serían primero diplomáticas, pasando a ser luego políticas y terminando con sanciones económicas y financieras. Para aquellos que cuestionan la eficacidad de tales medidas, hay que recordarles aquellas posturas árabes honorables, como la famosa declaración firmada por Arabia Saudita e Irak conjuntamente en 1981, que estipulaba la suspensión de todo intercambio petrolero con los Estados Unidos, entre otras medidas, y que obligaron a este último a reconsiderar su decisión de trasladar su embajada a Jerusalén.

3-Recuperar el orgullo árabe y su espíritu revolucionario para rechazar la injusticia y organizar una sublevación popular común en todos nuestros países árabes. Estoy seguro de que todos los pueblos árabes se sublevarán después de nuestro llamado unitario, incluso diría que nuestros pueblos se nos han adelantado porque hemos vuelto a ser un régimen árabe tan cobarde que nadie nos tomara en serio. La sublevación solo debe detenerse una vez aplicadas todas las cláusulas de la iniciativa árabe para la paz sin exclusión.

Queridos hermanos árabes,

Estoy hoy aquí, yo el cristiano por fe, el libanés por identidad, el levantino por pertenencia, y el árabe por identidad y pertenencia a esta liga. Me tienen aquí delante ustedes para llamarlos a una reconciliación inter árabe, única vía para salvar  a nuestra nación y reencontrarnos. Así nos convertiremos en un paquete compacto que nadie pueda romper ni torcer. Llamo a una cumbre árabe urgente cuyo título sería “Jerusalén” para devolverla a su entorno árabe, porque sin ella no habrá árabes ni arabismo.

Los llamo a un levantamiento por nuestro orgullo y para evitar el castigo de la historia y las futuras interrogantes de nuestros nietos sobre nuestra cobardía. Solo el levantamiento popular puede salvar nuestra cara y recuperar nuestros derechos. Si no actuamos ahora, tendremos que despedirnos definitivamente y para siempre de Jerusalén y de la paz.

Traducción Odiaspora.org