Los libaneses pagan la factura del bloqueo político y la crisis financiera

Las embajadoras de Francia y EE.UU. buscan juntas la implicación de Riad

Lavanguardia -ESTAMBUL. CORRESPONSAL11/07/2021 00:05

Mientras la libra libanesa está en mínimos históricos y sigue sin tocar fondo, se multiplican los gestos para intentar salvar a Líbano del abismo.

La crisis ha arrojado a la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza y esta semana aterrizaba un avión de Qatar con setenta toneladas de alimentos. No para su distribución por el ejército, sino para alimentar al propio ejército y a la policía.

Un Líbano en el túnel sufre el peor apagón tras el cierre de dos centrales eléctricas por falta de crédito

El mismo jueves, las embajadoras de Francia y de Estados Unidos en Beirut, Anne Grillo y Dorothy Shea, acudieron conjuntamente a Riad para intentar que Arabia Saudí vuelva a implicarse en la suerte del país de los cedros. La visita fue acordada en la cita que los ministros de Exteriores de los tres países ricos tuvieron al margen de la última cumbre del G-20.

Esta misma semana, mientras el primer ministro libanés en funciones, Hasan Diab, atribuía la crisis a que “el país está bajo asedio”, Grillo replicaba que “la responsabilidad es de la clase política”. Más diplomática que el presidente francés, que les dijo en su día: “Dais vergüenza”.

También Riad ha dejado claro que su papel de valedor incondicional del Estado libanés pertenece al pasado. Ni siquiera el líder suní, Saad Hariri, hijo del asesinado Rafik Hariri, se libra del rodillo saudí. Y tras nueve meses sin lograr cerrar su investidura, Hariri podría arrojar la toalla en breve. El escenario que se abriría es incierto. Mientras algunos partidos piden un adelanto electoral, otros hasta dudan de que pueda honrarse el calendario previsto, en mayo del 2022.

Acumulación de problemas


Juega en su contra la dificultad de pactar una nueva ley electoral, que rompa con el actual clientelismo sectario, denunciado en las manifestaciones anteriores a la pandemia.

Desde entonces, las cosas han ido a peor. La que fuera una de las claves del modelo libanés, el anclaje de su divisa al dólar durante tres décadas, se ha roto en pedazos. Este ha pasado de costar 1.500 libras a más de 18.000.

La ración de pan subvencionado es cada vez menor y ayer subió de precio por séptima vez este año. Ya no entran más que una mínima parte de las divisas a las que todavía debe recurrir para importarlo casi todo.

Para más inri, una tremenda explosión en el puerto de Beirut devastó barrios enteros, el pasado 4 de agosto, causando pérdidas de 15.000 millones de dólares en un país hiperendeudado.

Cinco días más tarde, Diab presentaba la dimisión, aunque sigue en funciones. Las dificultades entre Hariri –primer ministro in pectore– y el presidente cristiano Michel Aun se han vuelto insuperables por la inquina entre el primero y el yerno del segundo –al frente del partido–, Gebran Basil.

Los saudíes están furiosos por la inacción política y, aún más, por el peso que Hizbulah tiene en el ejecutivo. Pero el castigo a este aliado chií de Irán, que rehusa desarmarse, lo está padeciendo toda la sociedad. Algo contraproducente, si la supervivencia de muchos pasa a depender de sus redes de solidaridad.

Mientras, los exámenes de bachillerato han sido suspendidos, porque no estaba garantizado el papel y la tinta para imprimir las pruebas, ni el profesorado para supervisarlos.

El viernes, mientras las farmacias iban a la huelga, la compañía EDL se veía obligada a cerrar sus dos principales centrales, que suministran el 40% de la electricidad. Aunque había en el puerto un buque con combustible para una de las centrales, los acreedores se resistían a autorizar la descarga.

Así que los apagones obligaron a suspender las dos maratones de vacunación previstas para ayer. Líbano vive al día y algunos temen menos a la pandemia que al día después.

JORDI JOAN BAÑOS