Tras una década de divisiones, esta comunidad coloca a uno de los suyos como jefe del Estado
Los cristianos de Líbano están de celebración y lo cierto es que no les faltan motivos. Sus políticos acaban de parir un nuevo Gobierno tras 30 meses de intensas negociaciones sembradas de largas horas desgastando las cuerdas vocales entre bastidores. Creen que tras una década de divisiones han recuperado la unidad y con ella un peso en los asuntos de Estado. Más aun, se congratulan de haberlo hecho de forma endógena, escurriendo los vetos de Teherán, Riad o París.
Por ello, gran parte de la comunidad cristiana ha respaldado la candidatura del ex general Michel Aoun, figura que consideran tan controvertida como difícil de manipular. Tras 15 años en el exilio, ha regresado para redibujar el laberinto de alianzas internas. Desde 2006 se arrima a Hezbolá a quien parte de la comunidad cristiana agradece que combata al ISIS en sus fronteras. Sobre todo cuando los terroristas han logrado expulsar a gran parte de sus correligionarios cristianos de Siria e Iraq.
El ex general ha optado por acercarse a Damasco, consciente de que conviene llevarse bien con un vecino poderoso y con quien comparte 375 kilómetros de frontera. Los cristianos ven en Aoun al hombre que les puede devolver un papel en la política y, con suerte, que sacuda el letargo económico y la corruptela que carcome al país en general y a sus jóvenes en particular.
En un país confesional hasta en sus cimientos, la demografía se ha convertido en un factor determinante en política. Desde el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri en 2005, los cristianos, quienes cuentan por el 40% de la población, han quedado divididos entre suníes y chiíes. Transcurridos 11 años desde que se retiraran las tropas sirias de Líbano y cinco desde que comenzara la guerra en Siria, las tres confesiones se han visto debilitadas.
Hezbolá se encuentra inmerso en Siria, mientras que suníes y cristianos se hayan divididos políticamente y debilitados económicamente. Sin embargo, la fragilidad de Líbano constituye paradójicamente su principal fortaleza. Las diferentes fuerzas se neutralizan mutuamente obligando a renovadas alianzas.