El cedro es un símbolo de prosperidad en EL Líbano y parte de su bandera, pero, conforme las temperaturas aumentan, hay cada vez menos zonas donde pueden florecer y enfrentan cada vez más plagas.
BOSQUE DE CEDROS BAROUK, Líbano – Los cedros ancestrales deL Líbano han sobrevivido a imperios y a guerras modernas. Caminar entre los cedros en la ladera de una montaña se siente como visitar un territorio de seres primigenios.
Algunos de los árboles más antiguos han vivido aquí durante más de mil años, extendiendo sus singulares ramas horizontales como brazos abiertos y enterrando sus raíces en lo profundo del escarpado terreno de cal. Prosperan en el clima húmedo y frío de este inusual ecosistema del Medio Oriente, con picos montañosos que atrapan las nubes que flotan desde el mar Mediterráneo y resplandecen con nieve invernal.
Sin embargo, después de siglos de actos depredadores por parte de humanos, los cedros del Líbano enfrentan la que es quizá su mayor amenaza: el cambio climático, que podría eliminar la mayoría de los bosques de estos árboles que quedan para el fin de siglo.
Conforme las temperaturas aumentan, el hábitat en el que florecen los cedros se da en altitudes cada vez mayores de las montañas donde suceden los inviernos fríos que necesitan para reproducirse. Aquí en el bosque Barouk, parte de la Reserva de la Biósfera Al Shouf y ubicado al sur de Beirut, no hay muchos lugares a donde puedan subir. Si el clima se calienta, como se prevé suceda debido al aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, los académicos advierten que para 2100 los cedros solo podrán prosperar en la punta norte del país, donde las montañas son más altas.
Pero en el norte hay problemas distintos. El bosque de cedros más denso del Líbano, la Reserva Natural de Bosque de Cedros Tannurin, ha perdido más del siete por ciento de sus árboles a causa de plagas de insectos desconocidos antes de 1997. Están vinculados directamente con un clima más caliente y seco.
A lo largo de la historia, los cedros del Líbano han sido tanto apreciados como talados para la construcción de edificios, navíos y templos, entre ellos los del antiguo Egipto o de Jerusalén. Aunque el cambio climático no comenzó el aniquilamiento de los cedros, podría ser el tiro de gracia.
Solo quedan 17 kilómetros cuadrados de cedros diseminados en arboledas, en comparación con los muchos miles de kilómetros cuadrados de las tierras altas del Líbano por donde alguna vez se extendieron los bosques.
El área de cedros más famosa del país, apodada el Bosque de los Cedros de Dios (algunos creen que fue ahí donde Jesús resucitado se apareció ante sus seguidores), fue cercada para su preservación en 1876.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) designó hace veinte años a este bosque como patrimonio mundial. Este bosque está aislado y su posibilidad de expansión es limitada. Ahora, la Unesco dice que es uno de los lugares más vulnerables al cambio climático.
El cedro de Líbano, una especie única conocida en el ámbito científico como Cedrus libani, crece principalmente aquí y en Turquía. Los árboles germinan a finales del invierno porque necesitan una helada, de preferencia con nieve.
Este año el invierno fue cálido. Omar Abu Ali, el coordinador de ecoturismo de la Reserva Natural Al Shouf, el área protegida más grande del Líbano, señaló la evidencia en el suelo del bosque de Barouk durante abril. Ya se asomaban de la tierra brotes de cedro, excepto que estos usualmente no aparecen sino hasta principios de mayo. Si salen antes, corren el riesgo de morir por una oleada de frío y son más vulnerables a los insectos. “Esto es germinación temprana”, Abu Ali dijo. “Pueden morir”.
Hace una generación, normalmente llovía o nevaba durante 105 días al año en las montañas. En las alturas, la nieve se quedaba en el suelo de tres a cuatro meses. El invierno pasado hubo cuarenta días de lluvia y solo un mes de manto nevado.
“El cambio climático es evidente aquí”, dijo Nizar Hani, director de la Reserva Al Shouf. “Hay menos lluvia, temperaturas más altas y más extremas”, tanto frías como calientes.
“El bosque de cedros está migrando a mayores altitudes”, dijo. Y añadió que no es claro cuáles de las especies que normalmente viven junto a los cedros sobrevivirán más arriba, lo que ocasionará un cambio en el ecosistema.
Un estudio de 2010 indica que si el clima se calienta en los niveles previstos, los cedros no prosperarán en Al Shouf porque las montañas no son lo suficientemente altas. Algunos especialistas libaneses ven esa predicción como excesivamente funesta, aunque están de acuerdo con que los cedros enfrentan una situación de emergencia.
“Estamos en una carrera”, dijo Hani. “No hay tiempo que perder”.
Debido a la nevada escasa de este año en la reserva Tannurin, al norte de Beirut, los administradores del bosque se preparan para una difícil temporada de Cephalcia tannourinensis, un bicho conocido como el insecto volador embióptero que se alimenta de las hojas nuevas de los árboles. Este insecto fue registrado por científicos hasta 1998, cuando Nabil Nemer, un entomólogo libanés lo identificó como la causa de la misteriosa plaga que había golpeado a Tannurin el año anterior, lo que dejó terribles huellas en el bosque.
Cuando lo llamaron para investigar, Nemer descubrió que el culpable era el insecto volador que se entierra durante el invierno. Nunca antes lo habían visto porque su ciclo de vida no interfería normalmente con los cedros. Sin embargo, como la nieve se derritió antes de lo debido, los insectos salieron a la luz de manera más temprana y pusieron sus huevos justo a tiempo para que las larvas se comieran los brotes nuevos de los cedros.
“Podemos ver un efecto directo del cambio climático”, dijo Nemer. De acuerdo con él, tan solo de 2006 a 2018, los insectos mataron al 7,5 por ciento de los árboles del bosque de Tannurin, sobre todo a los más jóvenes.
Después del descubrimiento del insecto volador se creó la reserva Tannurin. Para proteger a los árboles, los científicos luchan contra el insecto con nuevos métodos basados en hongos que existen de manera natural en el bosque y que pueden matar a las larvas.
Estos insectos son tan solo la amenaza más reciente para los cedros que, como el mismo Líbano, han enfrentado un reto tras otro: terrenos duros, invasión, saqueos y conflictos.
Los cedros han sido capaces de sobrevivir en un entorno desafiante. Sus raíces pueden beber de fuentes de agua al interior de las rocas porosas, por ejemplo, una capacidad de supervivencia que es precisamente lo que lo convierte en un símbolo perfecto del Líbano.
Hace cuatro años, el Ministerio de Agricultura del Líbano dio inicio a un nuevo plan para sembrar cuarenta millones de árboles, entre ellos algunos cedros, mientras que el Ministerio del Medioambiente supervisa la administración de las áreas protegidas de cedros. De cualquier manera los ecologistas afirman que las divisiones políticas y el legado de la guerra han dejado al gobierno demasiado débil y fragmentado para poder construir sistemas nacionales funcionales de electricidad, agua potable, drenaje o remoción de basura, ya no digamos un plan maestro fuerte y viable para proteger los cedros.
Aun así, muchos libaneses ven en el árbol el reflejo de la esencia de su tierra y su capacidad para sobrevivir a las tormentas de la historia.
“Es un árbol muy fuerte, tan fuerte que es capaz de vivir en condiciones muy hostiles”, dijo Hani, director de la Reserva Al Shouf. “Es muy especial, noble, diferente de cualquier otro tipo de árbol”.
Para poder proteger a los cedros de la destrucción total, varios grupos libaneses de conservación ambiental están tratando de diversificar su ubicación y extender su población. Dicen que el principal objetivo de la replantación es aumentar los bosques de cedros y hacerlos más resistentes para enfrentar cualquier presión ambiental en el futuro.
La altitud ideal para los cedros ha estado entre los 1 400 y los 1 800 metros. Sin embargo, algunos árboles pueden sobrevivir a mayor o menor altura, según el agua, la sombra, la tierra y el viento. En sus experimentos, los conservacionistas han descubierto que los brotes pueden sobrevivir en algunos sitios a hasta 2 100 metros de altura.
En Arz, la reserva de los Cedros de Dios solo tiene 2 100 árboles. El médico y conservacionista Youssef Tawk y sus colegas intentan regenerar el bosque y volverlo más extenso. Es un reto porque la reserva en sí misma está aislada. La mayoría de las áreas ideales para plantar son privadas o tienen otros usos designados por el gobierno municipal.
No obstante, desde 1998, el grupo de Tawk ha sembrado cien mil árboles en terrenos aislados unos de otros alrededor de la vieja reserva.
“Hubo mucho de ensayo y error”, Tawk dijo. “Plantábamos donde podíamos y donde nos lo permitía el municipio”.
Los cedros crecen despacio, sin producir piñas hasta que tienen cuarenta o cincuenta años. Cuando son jóvenes para sus estándares, se parecen mucho a otros árboles coníferos, pues son puntiagudos como los árboles de Navidad. Pero, más o menos cuando cumplen cien años, se transforman para adoptar su forma distintiva. El tronco se engrosa, las ramas se extienden paralelas al suelo y las piñas se posan encima de ellas como aves en reposo.
Al acercarte a un bosque de cedros, casi siempre verás a los árboles jóvenes. Se ven, decepcionantemente, como árboles cualesquiera.
Hasta que das vuelta en una curva del camino. La experiencia puede ser casi desconcertante, porque los cedros maduros son muy distintos de lo que esperas ver en un árbol. Algunos se yerguen solos como estatuas. Otros crecen en grupos y las líneas horizontales de sus ramas crean sombras transversales sobre las líneas verticales de sus troncos, lo que produce efectos vertiginosos.
Acércate y sentirás algo más. Estás ante un ser que ha visto aparecer y desaparecer civilizaciones: