Beirut, la colina de Achrafie, tiene muchas escaleras públicas a veces decoradas con graffitis, convertidas en efímeras exposiciones de arte, en pasarelas de moda. Por lasa escalera de San Nicolás puede accederse a la calle Sursock privilegiado rincón del barrio cristiano con sus últimos palacios, con sus jardines cerrados por grandes verjas de hierro, entre los que hay la residencia arzobispal griego ortodoxa, el museo privado de arte con su famoso salón de 0toño de pintura, recientemente trasladado a otro palacio frontero y otras mansiones de la patricia familia de los Sursock.
Una familia de origen levantino, establecida en Beirut en el siglo XVII bajo el imperio otomano que había tenido vastas propiedades en Turquía, en Egipto, nacionalizadas por el Rais Gamal ASbdel Nasser, en Palestina.
Lady Cochrane, Yvone Sursok, vive en su hermoso palacio de dos pisos con elementos arquitectónicos venecianos de ventanas ojivales, franceses como las villas de Deauville , árabes. , su jardín de cipreses, palmeras olivos, geranios, buganvillas de la flora mediterránea. El novelista y escritor Dominique Fernandez ha escrito que “su ambiente de ahogadas pasiones le hubiese gustado a Marcel Proust por la alta sociedad que lo frecuentaba, los innumerables criados que se deslizaban en silencio por sus salones”.
Dos años consecutivos he sido invitado por Lady Cochran a su cumpleaños. No son aniversarios ostentosos, ni multitudinarios, al estilo oriental y de los potentados del Golfo, como se estilan en estas fiestas cuyas fotografías se publican en la revista Mondanite, dedicada exclusivamente a lo que antaño se llamaban los ‘ecos de sociedad’.
La última vez que la ví fue este verano, y cumplía noventa y cinco años. Cuando ya estaba a punto de cumplimentarla, su discreta secretaria de protocolo se adelanto para presentarle al recién llegado embajador de Italia a Beirut, acompañado de su esposa. Lady Cochrane guarda muy buenas relaciones con la familia Canosa, y su hijo Alfred, que había sido amigo de mi vecino Sami Saad, decorador y dueño de una tiendas de antigüedades en Hamra, había estudiado arquitectura en la capital italiana donde ha comprado un apartamento. Cuando la saludé, sentada bajo la bóveda del palacio, acompañada de sus familiares, me dijo con sencillez que estaba emparentada con no se que Grande de España.
En pequeñas mesas se sentaban sus invitados. Había exministros, políticos, artistas, banqueros, elegantes mujeres como Frisa El Khazen, propietaria de la ‘Villa rosa’, una de las ultimas residencias cerca de la corniche, que esta a punto de ser demolida por una empresa inmobiliaria.
Allí estaban los Audi, los Bustros, los Trad, próceres familias beirutíes. De religión cristiana – greco-ortodoxos y greco-católicos- y francófonos, son estos levantinos procedentes de Turquía, de Egipto, de Palestina que se refugiaron en El Líbano huyendo de guerras, revoluciones y genocidios. La escritora siria Myriam Antaki, cuya ultima novela ‘La rue de l’ange’ narra a través de los siglos la vida de los cristianos damascenos y casada con un conocido patricio alepíno, es una de sus mas frecuentes invitadas y vecina de su residencia. Pertenece a la gran burguesía siria, muy bien establecida desde hace décadas en Beirut .
El cantante, micrófono en mano, entonaba canciones en varias lenguas, sin pretensión. Un pariente de Lady Cochrane, se sentó a su lado para leerle en la pantalla de su ordenador un poema de circunstancias compuesto en francés. En este pequeño mundo todavía es la ‘lingua franca’, como lo había sido en la Alejandría cosmopolita de 1860 a 1960, que también se desvanece.
En medio de este discreto ambiente sin estridencias de la noche estival, deambulaba en bicicleta, indiferente y liviana, la nieta de la dueña del palacio.
En sus aledaños, construidas en la misma ladera de la colina o promontorio de Achrafie, hay pabellones y mansiones de noble arquitectura, en las que viven sus familiares y amigos, como el arquitecto y decorador Serge Brunet, antiguo mecenas de artistas, propietario de una valiosa colección de pinturas italianas del siglo XVII , o el modisto Elie Saab, de fama internacional y residente en París.
Es un selecto rincón de paredes nobles y jardines recónditos , entre la sosegada calle de Sursok y la de Gemayze, vibrante escaparate de la bulliciosa marcha nocturna de Beirut que se prolonga hasta la calle de Mar Mikaeel, rebosante de cafeterías, restaurantes y discotecas.
A sus años Lady Cochrane es una figura frágil y enérgica. La “última gran dama del Levante”, como la ha llamado un famoso cronista internacional, presume de haber vivido siempre en su mansión durante los años de la guerra civil. Su palacio se salvo de los bombardeos -solo queda una columna truncada de la escalinata del jardín como memoria de aquellos años devastadores-, del vandalismo y del expolio de las bandas milicianas que se apoderaron de la capital. Recuerda que solo una vez un grupo de combatientes armados penetraron amenazadores y registraron sus estancias. “No robaron ni rompieron nada -cuenta- y solo se llevaron una daga china colgada en la pared”. Sus criados habían escondido con precaución las valiosas piezas artísticas al empezar la guerra.
En sus salones se ha detenido el tiempo. Como antes hiciesen otras damas de su familia como Linda Sursok, que recibía a escritores de paso por Beirut como Maurice Barres o Pierre Benoit, autor de ‘La Chatelaine du Liban’. Lady Cochran invita también en los días otoñales de la Feria del libro francófono de Beirut a literatos y académicos como Amin Malouf o Dominique Fernandez, que participan en sus jornadas. Lady Cochran preside una asociación de defensa del patrimonio arquitectónico de Beirut que inútilmente trata de proteger las ultimas viviendas residenciales.
“Solo Dios sabe –ha escrito- lo que pasara en este barrio, rodeado cada vez mas de edificios innobles, futuros HLM . Es todavía el único espacio verde de un barrio aplastado por las construcciones que ha engendrado lo mas hermoso del arte y lo mas refinado del gusto. Quizá perdure en el recuerdo de quienes lo conocieron guardando la imagen de una época en que civilización y arte formaban parte de la vida”.
No lejos de su palacio hay un cementerio cristiano cerca de la casa en que se alojo Lamartine durante su viaje por Oriente, con la descollante monumental sepultura de la familia patricia de los Sursok. Como me dijo una tarde mi amigo Charles Manoli, otro levantino que vino de Egipto, Lady Cohrane es la “duquesa de Guermantes de Beirut”.