Su Santidad
Sus Eminencias Cardenales y Patriarcas
Ilustres Obispos, Sacerdotes y Monjes
Estimados participantes en el Sínodo del Medio Oriente musulmanes y cristianos orientales
Son casi dos mil años desde el advenimiento de Jesus Cristo a la tierra y el comienzo de su misión en Palestina, cuna por donde el cristianismo se ha esparcido por todo el Este y el mundo.
Hoy dia, y frente al histórico viraje atestiguado por el Oriente, y los peligros que amenazdan su propia existencia, habiendo complots cuyos objetivos son alterar la esencia de su humanidad y su civilización, siento mi deber dirigirme a su Santidad como ciudadano responsable quien comparte la identidad oriental con sus hermanos en la ciudadanía y en la religión, en esta parte de Tierra Santa.
Voy a tratar de no usar palabras ni adjetivos ambiguos para describir la amarga realidad que nos confronta hoy día a todos, y por la cual su Santidad haya hecho referencia en su carta (Instrumentum Laboris) perteneciente al Sínodo para el Oriente Medio.
Los cristianos orientales han jugado a través de la historia un papel fundamental y pionero en todos los campos, desde el conocimiento, ciencia, cultura… y vivieron codo a codo con sus contrapartes musulmanes desde que pusieron pies en este Oriente. En tiempo de los Califas, y hasta el fin de la Era Árabe Islámica y la caída de la Dinastía Abasida, se destacaron en todos los niveles: ciencia, medicina, traducción, y asumieron también el reto y la tarea de ilustrar al pueblo durante la edad oscura de los barbaros y los tataros.
Tampoco fue sorprendente verlos obligados a resplandecer, otra vez mas, en tiempo de declive del Imperio otomano, a finales del siglo 19 y principios del 20, en el llamado “renacimiento”, cuando actuaron como la puerta grande del conocimiento, y contribuyeron al esparcimiento del islam de Este a Oeste, lo que trajo los logros de la revolución occidental a Oriente Medio.
Su Santidad
Sería un error aproximar la actual cuestion oriental desde la perpectiva de minoría y mayoría, porque esta región, y desde los albores de los tiempos, ha sido una mezcla de culturas por los numerosos pueblos y religiones que se instalaron allí, mucho antes del monoteísmo. Esta herencia adquirida por ambas, minoría y mayoría, y que dio luz a esta rara mezcla, como a cambios en la orientación política, pero preservó la diversidad cultural dentro las mismas fronteras geográficas, por lo tanto, las minorías se convirtieron en mayorías y viceversa.
Por esto nos sentimos obligados a preservar este legado único de una riqueza cultural y espiritual, respetando la libertad de culto y de credo, y el derecho a ser diferentes mientras pertenezcamos a este Oriente. Esto fue la esencia y la substancia de la Exhortacion Apostolica de su Santidad el Papa Juan Pablo II.
La historia en esta región nos muestra que nuestro apego a nuestras raíces y a las enseñanzas de nuestro Señor Jesus Cristo sobre el amor y la paz es nuestra única salvación, no solo para el Oriente, sino para el mundo entero. Más nos acerquemos a nuestros compatriotas y nos amemos, más éxito tendremos, más nos alejemos y le retiremos ese amor, mas nos sentimos solitarios y aislados, por lo tanto, le imploramos vuestra guía para esparcir la cultura de la apertura en lugar de la intimidación, así la paz sería lograda y el amor conquistado.
Su Santidad
Más de una razón llevó a los cristianos a emigrar y salir de esta parte del mundo. Este éxodo no solo es debido al extremismo religioso islámico, sino al deterioro económico, a las condiciones políticas y las sucesivas guerras, desde la primera hasta la segunda guerra mundial y las pobrezas que produjeron, sin olvidar la colonización y el establecimiento del Estado de Israel, la partición de Palestina y la limpieza étnica perpetrada contra la población árabe, tanto musulmana como cristiana, aunado al drenaje ejercido sobre aquellos en situación de desplazados, y que siguen negándole el derecho de retorno a su país.
Para colmo, sobresale el plan de implantación de los refugiados palestinos en los países anfitriones; un plan al cual nos oponemos fuertemente, porque su propósito es vaciar la tierra de su población indígena, y hacer del lugar de nacimiento de Cristo un lugar sin cristianos, aniquilando así la identidad de la Tierra Santa. ¿Podemos contemplar a Cristo y al cristianismo sin Jerusalén, Belén, Nazaret, Cafarnaúm y Tiberios?
¿Puede haber cristiandad sin la Anunciación, el Pesebre, el Calvario y el Santo Sepulcro, o sin Pablo y los discípulos quienes salieron a predicar a las naciones? ¿Correrá el riachuelo si el manantial está seco?
Los esfuerzos desplegados para otorgar a Israel un Estado judío puro, conllevarían a mayores aflicciones y tragedias en una tierra descrita por “Segmond Freud” como “históricamente cargada” con los Lugares Santos mas importantes para los cristianos como para los musulmanes, y tierra de peregrinacion para las dos religiones universales. Para su realización, se dispuso de un plan en marcha para la depuración de estas dos religiones celestiales con más de 3 mil millones de creyentes, y la consagración de una sola religión con solo 12 millones de seguidores. Es una bofetada para la civilización y la humanidad, lo cual, sin duda alguna, podria allanar el camino a futuras guerras.
Su Santidad
Desde nuestra comprensión a la coexistencia cristiano-musulmana en la región, los orientales esperan del Vaticano, siendo la más alta autoridad espiritual católica y moral para el mundo entero, y considerando la importancia de la silla de San Pedro dentro el corazón de todos los fieles, pedirle a los lideres greco-ortodoxos y a las iglesias protestantes, trabajar sin descanso con los gobiernos occidentales en procura de detener la satanización del islam, una religión seguida por más de mil millones de personas, y en considerar la esencia del Islam de acuerdo a sus textos originales, y no a través de los desmanes de algunos grupos terroristas quienes son condenados por los propios musulmanes, siendo víctimas de ellos como el resto del mundo.
Difundir el concepto de la Fobia Islámica, inevitablemente, conduciría a más conflictos e inestabilidad en el Oriente Medio y el mundo, y, probablemente, a un sinfín de guerras de religiones y choques de civilizaciones, cuyo resultado sería la auto-destrucción del mundo.
En cuanto a los cristianos orientales, ellos también le urgen a su Santidad ejercer presión sobre Israel para que cese la judaización de Jerusalén, y establecer la paz en Oriente Medio conforme a las Resoluciones de las Naciones Unidas. Ellos le piden ayudarlos a poner fin a la emigración forzosa de los históricos pueblos como los asirios, caldeos y siriacos. Ellos cuentan con la Santa Sede en consolidar su presencia en sus países, y en detener esta migración y su desplazamiento, sobre todo de Palestina, Irak y el Libano, donde las políticas de los gobiernos occidentales y el Estado de Israel pusieron en marcha un plan para el cumplimiento de este objetivo.
Respecto a las iglesias orientales de las sedes de Antioquia, con todas sus influencias basicas sobre los cristianos y su identidad, y la resistencia que opusieron frente a todas las guerras, invasiones y adversidades, los cristianos orientales esperan de los patriarcas orientales y de la iglesia en general, una aproximación conjunta y una continúa coordinación. Y, como Cristo es uno solo según el Evangelio, por lo menos restaurar la unidad de la Pascua en Oriente. Ella fortalece la identidad cristiana, su presencia y su eficacia en sus países.
Por otro lado, los fieles también llaman a las iglesias orientales a involucrarse más en la vida social apoyando a los jóvenes, animándolos a ejercer más trabajo social y nacional, lo cual sería de extrema ayuda para quedarse en sus países. Ellos también les urgen en afirmar su presencia en la sociedad construyendo escuelas administradas por las órdenes religiosas, y por la misma iglesia, como lugar de unidad social y ilustración, y hacer todo lo que esté a su alcance para escribir una sola historia unificada para la región, subrayando la unidad de la sociedad, y poniendo en relieve el papel de la juventud. Los apelan igualmente en enfatizar de que la coexistencia es un acto de voluntad, urgiendo su perduración, no importa los obstáculos y las dificultades económicas y sociales que puedan atraversar su camino, descartando la emigracion como ultimo recurso. Y por ultimo, cargar la cruz y seguir los pasos de Jesus Cristo.
Los cristianos también esperan, que sus iglesias hagan todo lo que esté al alcance por detener las intimidaciones proferidas por otros compatriotas, e impulsar el concepto de la ciudadanía.
En cuanto a las autoridades seculares y políticas, los cristianos orientales esperan de ellos salvaguardar su tejido social, su historia común y su herencia espiritual, eliminando todos los obstáculos del desarrollo y el progreso, y arraigando más los pueblos a su tierra. Les piden detener el drenaje de cerebros de los jóvenes llamados cristianos, y alentarlos a actuar a través de la lucha política, social, religiosa, cultural y mediatica contra el extremismo religioso, inculcándoles el espíritu del prójimo, la compasión y la ciudadanía en la comunidad.
Su Santidad
Estimados participantes en el Sinodo para el Medio Oriente
Esta oportunidad puede no repetirse. Reuniéndose como los “Apóstoles en la reunión de Pentecostés” por vez primera para discutir el destino de los cristianos orientales, nos hace esperar de ustedes decisiones de esta magnitud. Decisiones del tamaño de la roca sobre la cual nuestro Señor edificó su iglesia, al decir que las puertas del infierno no podrán prevalecer sobre ellas. Él fue quien nos enseñó que nuestra fe, por más pequeña que sea como una semilla de mostaza, puede mover montaña.
Todos creemos que Cristo va estar con nosotros para siempre. Para esto nos dejó su mensaje y su mision. No dejen que su tierra sea arrasada por la injusticia y la osuridad. Imaginen por un momento un Oriente Medio sin cristianos, entonces sería un hecho el triunfo del mal en el mundo, y la invalidación del acto de la insurreccion. Una masacre sin precedente aplastaria al universo.
Por tanto, me dirijo a su Santidad en nombre de lo que represento, desde esta tierra donde caminó Jesús, y le pido adoptar resoluciones que puedan mantener la antorcha encendida, brillante y firme en el umbral; una luz de guía para los orientales cristianos y musulmanes por igual.