Arabia Saudí y otros países del Golfo intensifican contactos con el gobierno israelí frente a Irán
Es un secreto a voces que la alianza entre Israel y los países suníes, que se empezó a hacer más pública en los últimos meses, se está convirtiendo en un hecho cada vez más consumado en un Oriente Medio a su vez cada vez más dividido y cambiado.
Lo que en un principio parecían rumores más o menos fundados se ha convertido en algo sólido con la difusión de encuentros cada vez más intensos y frecuentes entre el Gobierno saudí, el israelí y el egipcio. Con los ojos puestos en el Estado Islámico (EI) y su creciente ola de terrorismo, y en el bloque chií, encabezado por Irán, que se refuerza económicamente tras el acuerdo nuclear con Occidente, las capitales suníes, encabezadas por Riad, El Cairo, Ammán, Abu Dhabi y ahora incluso Doha (Qatar) cierran filas buscando cooperación sobre todo en temas militares y de lucha antiterrorista.
Recientemente, una foto publicada en las redes sociales provocó fuertes reacciones en la comunidad diplomática internacional y también en el mundo árabe y musulmán. En ella se ve al general saudí Anuar Eshki, acompañado por una delegación de hombres de negocios e investigadores de su país que se encontraban en la ciudad palestina de Ramala en una visita oficial. Acompañado por el dirigente palestino Yibril Rayub hacia la zona de Al Ram, un barrio de Jerusalén, se reunió con varios diputados laboristas y centristas israelíes.
Las reacciones de algunos sectores árabes en los medios de comunicación y en las redes sociales fueron furibundas, acusando al general saudí, que dirige un importante centro de investigaciones estratégicas en la ciudad de Yeda, de reunirse con el “enemigo a pesar de que la ocupación de Cisjordania está a punto de cumplir medio siglo y de que la construcción de asentamientos sigue en incremento”.
Pero Eshki fue aún más lejos. Poco después se reunió con interlocutores israelíes, con los que tuvo más horas de debate en el centro de Jerusalén, en el hotel King David. La reunión tuvo lugar con Dori Gold, director general del Ministerio de Asuntos Exteriores, y con el general en la reserva Yaakov Amidror, las dos personalidades más próximas al primer ministro Beniamin Netanyahu, quienes llevan el peso de los contactos con los palestinos y con el mundo árabe.
En Ramala, las reuniones provocaron gran nerviosismo, ya que el temor palestino es que ante la descarga eléctrica que atraviesa Oriente Medio los gobiernos árabes decidan normalizar sus relaciones con Israel sin resolver antes el problema palestino. Eshki recibió amenazas de muerte, según pudo saber La Vanguardia, pero según él decidió ignorarlas y seguir adelante.
La guerra religiosa entre la mayoría suní y la minoría chií encabezada por Irán tiene lugar en distintos frentes de la región, especialmente en Siria, Iraq, Líbano, Yemen y de alguna forma también en Arabia Saudí y en Bahrein. Arabia Saudí tiene una minoría chií concentrada sobre todo en las zonas con petróleo. En Yemen, Arabia Saudí lucha junto a la mayoría suní contra los rebeldes hutíes, que están apoyados por Irán.
Aparte de Irán, las ideas salafistas del EI provocan gran preocupación en los países suníes y se sabe que, por ejemplo, en el desierto del Sinaí, en Egipto, donde el ejército lucha contra el EI, la ayuda militar de Israel es notoria.
Fuentes egipcias revelaron a La Vanguardia que el presidente Abdul Fatah al-Sisi, enemigo número uno de los Hermanos Musulmanes y de su representante en Palestina, Hamas, considera que este grupo que controla la franja de Gaza colabora con el EI en el desierto del Sinaí.
Parte de la alianza creciente entre Israel y los países suníes tiene que ver con la política del presidente Barack Obama, que según los suníes abandonó a sus aliados para normalizar gradualmente su relación con Irán y con los Hermanos Musulmanes. Así es como estos países, que llevan décadas apoyándose en Washington, encontraron en Israel un ancla con un gobierno fuerte, militar y económicamente, y una política firme ante sus enemigos. Por ello el príncipe Turki al Faisal, que es una de las caras más visibles del régimen saudí en el mundo, declaró recientemente a este diario: “Imagínese lo que podemos llegar a hacer con la riqueza saudí y la tecnología israelí”.
Según distintas fuentes árabes, el rey Salman de Arabia Saudí podría nombrar a su hijo Mohamed bin Salman, de 30 años, como nuevo rey a lo largo del 2017, saltándose el número uno en la línea sucesoria, el ministro del Interior Mohamed bin Nayef. Bin Salman, el ministro de Defensa más joven del mundo, construye un plan de futuro para Arabia Saudí llamado 2030, mantiene también contactos con los israelíes y dirige la lucha contra Irán y sus aliados. Sin embargo, dentro de los países suníes sigue habiendo importantes sectores de la opinión pública que rechazan tajantemente cualquier diálogo con Israel.
Recientemente el general israelí Amidror, que continúa sus contactos con el liderazgo de las potencias suníes con el apoyo del expremier británico Tony Blair, publicó un artículo en el diario del gobierno israelí, Israel Hayom, que apoya permanentemente las políticas de Netanyahu, en el que decía que “para lograr un crecimiento diplomático real con los países suníes es necesario negociar primero otro acuerdo de paz, un acuerdo con los palestinos. Hay que construir un paraguas de acciones entre los países suníes e Israel y conducir hacia él a los palestinos para empezar las negociaciones. Contrariamente al pasado, hoy en día la mejora en las relaciones es tan importante para el mundo árabe como para Israel. Se trata de una oportunidad histórica”.