Abre al público el centro después de décadas de guerra y una renovación total de la museografía
El Museo Nacional de Beirut, el museo arqueológico más importante del Líbano, se ha visto agitado en su corta existencia por los mismos vaivenes que han sacudido al pequeño país mediterráneo. Con la ampliación de sus instalaciones, este viernes se inauguró oficialmente una planta dedicada en exclusiva al arte funerario, Beirut brinda al mundo una colección única que permitirá contemplar entre otras maravillas la tumba de Tiro.
El edificio abrió sus puertas por primera vez en 1942, albergando valiosos objetos prehistóricos entre los que figuran sarcófagos, mosaicos y colecciones de joyería, monedas y cerámica extraídas de excavaciones realizadas por todo el país. Con el inicio de la guerra civil en 1975, el museo, situado en la simbólica «Línea verde» que dividía Beirut en dos partes, se vio obligado a cerrar. Si bien muchas antigüedades desaparecieron o fueron destruidas, otros muchos objetos se guardaron en las plantas subterráneas. Los mosaicos del suelo se cubrieron con una capa de cemento y numerosas estatuas y sarcófagos encontraron protección entre sacos de arena.
La declaración de alto el fuego en 1991 dejó a la vista un espectáculo desolador: el agua inundaba los sótanos, las columnas estaban agujereadas por la metralla y las paredes, reconvertidas en parapeto de las milicias, cubiertas de graffitis.
Joya inigualable
Después de años de restauraciones el museo volvió a funcionar en 1999 con las dos plantas que se visitaban hasta el momento. A ellas se sumará ahora la planta del subsuelo, con el arte funerario como protagonista, y que incluye una joya inigualable como la tumba de Tiro.
Esta tumba romana, cuyo origen se remonta al siglo II d. C. , fue encontrada por azar en 1937 en la ciudad de Tiro, en el sur del Líbano. Sus impresionantes frescos, perjudicados por la humedad, la indiferencia y la larga guerra civil, podrán ser de nuevo apreciados tras años de abandono gracias a la Agencia de Cooperación italiana en Líbano y al Ministerio de Exteriores italiano, que además han financiado la totalidad de la restauración del ala subterránea por una suma que supera el millón de euros.
Bajo la guía del restaurador Giorgio Capriotti y del arquitecto y museógrafo Antonio Giammarusti, que ha diseñado los amplios espacios en los que se exhiben las obras, el Museo Nacional se convierte así en una de las atracciones imprescindibles de la capital libanesa.
En total, los visitantes disfrutarán de 520 objetos expuestos en orden cronológico, desde la prehistoria y la edad del bronce, pasando por la época helénica y romana o el periodo otomano. Líbano posee, además, la colección más grande del mundo de sarcófagos antropoides (aquellos cuya tapa representa una figura humana): 31 de estos sarcófagos, encontrados en la región de Saida y que se remontan al siglo VI a. C., pueden admirarse ya en el museo junto al famoso sarcófago del rey fenicio Ahiram, descubierto en la histórica Biblos, y que muestra prácticamente la totalidad de signos del alfabeto fenicio. Sorprende, igualmente, la presencia de tres momias del siglo XIII d. C. encontradas en una caverna del valle de la Qadisha, una zona montañosa repleta de cuevas e imponentes monasterios en el norte del Líbano. Un viaje en el tiempo que vale la pena no perderse.