Le habíamos visto en un espectáculo al alimón con Ángel Corella y la mezcla de los genios ya nos deslumbró. Pero el carisma en solitario de Ara Malikian es absoluto. Érase un hombre a un violín pegado, como un apéndice que hace vibrar de emociones diversas transmitiendo una colección de sensibilidades que tocan todas las fibras. Sabio músico, hábil monologuista, genial compositor y excepcional arreglista es un hombre espectáculo al que comprendemos muy bien en su necesidad en salir del foso al que están condenados los profesionales en las grandes orquestas. Reclamando un lugar en el sol del escenario, Ara Malikian se convierte en maestro irremplazable ya sea a la hora de fabular historias, como ese viaje iniciático de Líbano a Alemania a los quince años, seguramente pura ficción con una ligera base de realidad, con la que se mete al público en el bolsillo. Pero el respetable quiere oírle tocar, a él y a sus fantásticos músicos, y el grupo no regatea regalos varios. Desde composiciones propias, como ese delicioso vals dedicado a su hijo Kairo, que ahora tiene dos años, o “Pisando flores” una historia de sus primeros años hasta esa elegía bestial, 1915 dedicada a los héroes de todos los genocidios que en el mundo han sido, pero especialmente al armenio del año que da título al tema.
Su virtuosismo es tal que hace maravillas con piezas tan diversas como el Zapateado de Sarasate (”lo han bailado Antonio Gades, Antonio Canales…hasta un Antonio que no tenía apellido, si alguien se llama Antonio y quiere subir a bailar, ya sabe, dijo al presentar la obra). Malikian se vuelve inmenso a la hora de diseccionar Bach en el emotivo final minutos después de habernos electrizado con unas variaciones sobre El Verano de Vivaldi, y una sofisticada versión de Zyriab, del añorado Paco de Lucía.
Pero tampoco se acaba en los clásicos. Rememorando su adolescencia familiar echó mano a la fantasía de nuevo para posicionarse entre Radiohead y Beethoven, héroes de su hermana y su padre respectivamente. Todo para deleitarnos con Cashmere de Radiohead, su grupo de referencia que descubrió en Inglaterra durante un festival al que iba contratado por Boy George, concierto al que no llegó nunca fascinado como quedó por la banda de rock alternativo de los 80. Pretexto también para sorprendernos con una sofisticada versión de Life on Mars,de David Bowie, interpretada para satisfacer el deseo del batería del grupo que, según Malikian, no había comunicado a nadie su intención de aparecer al frente de una notable batería.
En una atmósfera de ensueño, entre anécdotas y otros viajes alternativos donde el virtuosismo y la genialidad andaron de la mano, el festival de Pedralbes vivió una de sus noches más emotivas. Finalmente un consejo: van a empezar unos conciertos en Barcelona, no se lo pierdan. Disfrutarán, vivirán, se deleitarán, Y aprenderán a soñar mientras su conciencia se resquebraja un poco y les hará más vulnerables y mejores. Se lo facilitará un violinista en el tejado de la vida, Ara Malikian.