El Líbano en sus recuerdos, Sonora en su corazón

Mexico- Por: Eliana Alvarado

HERMOSILLO, Sonora(GH)

Apenas supo que se encontraba en El Cairo, todavía a cientos de kilómetros de su país pero más cerca de lo que había estado en 15 años, Grace Jouanne Jeraissati sintió el acelerar de sus latidos y una emoción hasta entonces desconocida.

Unas horas más tarde lo que vio a través de la ventana del avión, justo antes de aterrizar en su destino, provocó que la nostalgia, el llamado del terruño y todos los recuerdos reservados para ese momento desbordaran en forma de llanto.

Líbano, la nación que había sido testigo de su infancia y de su huida en medio de bombardeos y francotiradores, ahora estaba frente a ella con las heridas de la guerra marcadas en cada lugar al que mirara, en cada persona a la que encontrara.

“Pues es el amor al país. Ahora yo entiendo a nuestros paisanos que vienen a su país, ¿cómo no? La sangre, tu gente, tu comida, los aromas. El avión sobrevuela Beirut y yo lloro y no puedo dejar de llorar porque veo aquella destrucción, aquellos edificios todos bombardeados, Beirut al suelo”, recuerda Grace.

Beirut no era su ciudad natal, pero en 1991 fue el primer sitio libanés que pisó tras 15 años en México, país al que su familia emigró para escapar de la guerra civil religiosa que comenzaba a desatarse en el Medio Oriente.

En realidad, cuando corría el verano de 1976 y Toni Jouanne Farah decidió cruzar el Atlántico junto con su esposa y cuatro hijas pequeñas para buscar refugio fuera de Líbano, ninguno de ellos esperaba que la estancia en el extranjero se prolongara más de dos meses.

La noche en que una bomba cayó muy cerca de su casa, en la ciudad de Jounieh, fue determinante para tomar tal decisión. Grace, la mayor de las cuatro hijas, tenía entonces 9 años de edad, pero las imágenes de los vidrios rotos aún están en su memoria.

Fue justo al día siguiente de aquel atentado, continúa, cuando su padre preparó todo para salir del país en cuanto hubiera oportunidad, y con ayuda de los hermanos de su esposa, quienes ya vivían en Guadalajara, pudieron solicitar las visas para llegar a México.

EL PAPELEO FUE LO DE MENOS

Los trámites diplomáticos eran apenas el primer paso. Huir de Líbano significó una travesía por las carreteras más peligrosas rumbo a Siria, como parte de un convoy custodiado por un tanque de guerra y con el temor de ser emboscados en cualquier momento.

De hecho, señala Grace, apenas hace unos años se enteró de que muchas de las personas que viajaban en el convoy, la mayoría extranjeros que habían quedado atrapados por la guerra y que buscaban salir, no lograron llegar a la frontera.

“Yo creo que la parte de la salida te hace más sensible a muchas cosas que uno ve y no entiende, dices ‘hay algo mal, está pasando esto, nos podemos morir’, mi papá nos decía ‘está bien, está bien’, pero tú sabías que todo mundo estaba armado”, dice.

Ya en Siria, un avión los trasladó a París y de ahí viajaron al Distrito Federal, antes de llegar a Guadalajara, ciudad en la que pasarían los siguientes dos años mientras poco a poco empezaban de nuevo.

Su idioma natal era el árabe y, gracias al sistema educativo bilingüe de Líbano, también dominaban el francés, pero debieron transcurrir al menos dos o tres meses para que pudieran hablar en español.

La compañía de sus tíos y primos en Guadalajara, y su educación en un colegio católico, ayudaron a que el choque cultural no fuera tan grande para las hermanas Jouanne Jeraissati, quienes luego de un tiempo se establecieron junto con sus padres en Sonora.

“Muy visionario mi papá, él dijo ‘yo quiero gente linda, gente buena alrededor de mi familia’, y así fue como adoptó Sonora”.

Es en esta entidad del Norte de México donde, asegura Grace, está ahora su corazón, pues aunque habla con orgullo de su origen libanés y presume recordar a su país en lo que cocina, en Sonora ha vivido la mayor parte de su vida.

“Soy como mi papá, muy romántica. Yo creo que Sonora es Sonora por su gente, no hay otra explicación, porque no es el clima ni tantas cosas hermosas que tenemos, lo grande que es Sonora es su gente, su tenacidad, su carisma, su encanto, su ligereza, su sencillez”, asevera.

ECHAR RAÍCES

Fue en Hermosillo en donde conoció al que ahora es su esposo, Julián de la Puente, y también donde nacieron sus tres hijas: Grace, Stephanie y Giuliana, a quienes, algún día, espera llevar a Líbano.

Porque cuando llegó a México en 1976 era sólo por una temporada “mientras terminaba la guerra”, pero de los 40 veranos transcurridos desde entonces –38 de ellos en Sonora–, sólo una vez, en 1991, ha podido regresar a la tierra en donde nació.

En aquella ocasión el llanto se apoderó de ella desde antes de bajar del avión. Como extranjera en su propio país, Jouanne Jeraissati tenía que identificarse ante los retenes de militares que encontraba en cada kilómetro de territorio libanés, y aun así pudo sentirse otra vez en casa.

“Fue maravilloso, sentimientos encontrados en ese viaje, fue un verano maravilloso que Dios me regaló al volver a un país que yo vi bien, regreso y está todo destruido, pero ahorita dicen que está reconstruido”, añade.

CONSERVAR EL IDIOMA

Su vida profesional la dedicó en un principio a su carrera, Relaciones Comerciales, sin embargo su vocación la encontró en la docencia; desde hace 25 años es maestra del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Unison, en donde enseña inglés y, por supuesto, árabe.

“Hace exactamente seis años incursionamos en el noveno idioma, incursionamos con la lengua árabe, y estoy muy contenta porque hemos progresado mucho, tenemos algunos alumnos”, expresa Grace, quien a pesar del tiempo domina a la perfección su lengua natal.

Y es que si algo tiene claro luego de cuatro décadas de salir de su primer hogar, es que haber conservado su idioma, junto a otras costumbres, ha sido clave para que Líbano le parezca menos lejano.

“Mi papá se aseguró de que nosotras, sus hijas, no perdiéramos el idioma. Cuando conservas el idioma conservas el cariño y el amor y el afecto a tu raza, a tus raíces, la lengua madre”.