El 17 de marzo de 2021
Queridas libanesas, queridos libaneses,
Todo se vuelve irrelevante frente a vuestro sufrimiento, que ha alcanzado un nivel que ningún pueblo puede soportar.
A la epidemia que persevera y perdura, se añaden la pobreza, la miseria, el desempleo, la emigración, la sumisión y la pérdida del poder adquisitivo, debido a la subida brusca del dólar americano frente a la libra libanesa, y a la falta de productos vitales, como a la disminución de los medios de sustento, y a una confusión general entre los poderes constitucionales, administraciones e instituciones encargadas de asegurar las necesidades básicas de la vida.
Si bien no nos hemos recuperado aún de la tragedia de la explosión del puerto y de sus catastróficas repercusiones.
Conmoción tras otra, y cada día trae consigo sus cargas y preocupaciones. Así es exacerbada la ansiedad
debido a la incapacidad de tener un mínimo de vida sencilla y decente.
Me he mantenido en silencio para darle tiempo para encontrar soluciones a diferentes niveles, y así evitar más tensiones y divisiones políticas, como también el colapso del sistema económico y financiero, resultado de las políticas equivocadas que han estado vigentes durante décadas.
Tomé el dificil camino de pedir una rendición de cuentas dentro un sistema arraigado por una corrupción institucional y endémica. Todas las barricadas se han erigido frente a mí.
Ustedes saben bien que no estoy acostumbrado a ser sometido ni a rendirme a la hora de defender su dignidad y su buena vida en libertad.
En caso de considerarse incapaz de formar y presidir tal gobierno de salvación nacional, que debe enfrentar la peligrosa situación que causa sufrimiento a la gente y hace estragos en el país, tendrá que ceder el paso a cualquier otra persona capaz de hacerlo.
Tomando en cuenta su responsabilidad constitucional y su conciencia humana y nacional, ya que el sufrimiento popular no perdonará a quien ha sido responsable de la obstrucción, exclusión y la perpetuación de un gobierno de gestión de asuntos corrientes.
Mi invitación es sincera y decidida al primer ministro designado, para elegir de inmediato entre estas dos opciones, donde no servirá de nada permanecer en silencio, y esconderse detrás de barricadas fortificadas. Así podemos salvar al Líbano.
De nada servirán los cargos, ni las acusaciones mutuas en cuanto a las responsabilidades de cada quien si la nación colapsa, y si la gente se convierte en prisionera de la desesperación y frustración.
Entonces no habrá salida salvo la ira.
Viva el Líbano
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