En Mexico
lEn el siglo XIX el Cercano Oriente sufría el yugo otomano y Líbano no ofrecía un futuro promisorio, por lo cual los jóvenes buscaron emigrar, sobre todo, a América.
Turquía ejercía su autoridad con dureza y enfrentaba a las comunidades religiosas. Hasta la Primera Guerra Mundial, Líbano vio desaparecer sus anhelos libertarios, por conflictos que minaron su estructura y exacerbaron los ánimos confesionales.
Los Otomanos mantuvieron a Monte Líbano en deplorables condiciones del siglo XVII al XX. Muchos drusos y cristianos fueron masacrados; otros huyeron del país, pues encaraban crudas realidades que suprimían la posibilidad de planear su futuro, tener seguridad económica y la protección física, no estaba garantizada. El pueblo libanés tenía dos opciones: vivir bajo yugo o emigrar.
ecimiento de la Emigración libanesa
Causa importante de la emigración libanesa fue el deseo de alcanzar posibilidades reales para construir un futuro digno, lejos de la opresión y formar una familia donde se pudiera vivir sin violencia. A los primeros migrantes que salieron, siguieron los que tenían un familiar, amigo o conocido que los alentaba a exiliarse. Las causas eran de carácter económico, político o social.
La situación se agravó entre 1860 y 1864 cuando los otomanos azuzaron las refriegas entre comunidades religiosas, motivando el exilio, cada año más numeroso. Los turcos ahogaban cualquier sueño libertario. 1860 fue un año triste por los choques entre drusos y maronitas que forzaron a los europeos a presionar militarmente y proclamar el Protocolo de 1861 estableciendo la Mutassarrifiah, que significó la autonomía administrativa de Monte Líbano, zona que no experimentó mejoras y a la cual el paso de alimentos le fue restringido. Al exterior de la zona todo joven era ingresado al ejército otomano y quienes se negaran eran asesinados. La crisis empeoró por el aumento de impuestos, el odio confesional y un maltrato que iba desde el castigo físico hasta la confiscación de sus cosechas. El dolor de despedir a seres queridos provocó pueblos fragmentados quizá para siempre.
Los emigrados cristianos deseaban ir a América por las leyendas sobre los Estados Unidos y por el entorno latinoamericano que les ofrecía la oportunidad de vivir en pueblos con su misma religión. Los musulmanes miraban hacia África donde tenían correligionarios, pero estos no cancelaban jamás la posibilidad del retorno.
Entre 1900 y 1914 muchos migrantes cruzaron el Atlántico provocando un decrecimiento en la población cristiana libanesa. Deseaban llegar a Estados Unidos y poco sabían sobre México; algunos cruzaron la frontera para explorar y decidir si se quedaban o no. Otros fueron expulsados de tierras estadounidenses. La migración proveniente del país del norte tuvo mayor intensidad durante el caos económico que provocó la recesión de 1929. Los migrantes buscaron en México la seguridad que Estados Unidos no brindaba en esos años, llegando por Veracruz, Tampico o Progreso, yendo la mayoría al Distrito Federal, que dio cobijo al núcleo más antiguo de libaneses del país. Otra concentración de 2000 libaneses se dirigió a Yucatán, lo cual da una idea de los primeros arribos de libaneses en la península maya, que se acrecentó hasta la década de 1930 a 1940.
Los primeros emigrados Hicieron camino al andar
El primer emigrante libanés en el siglo XIX, fue Antonius Bashaalany, de la aldea de Salima, quien viajó a los Estados Unidos en 1854, para trabajar con una dama residente en la Quinta Avenida de Nueva York. Su vida sólo alcanzó dos años más, pues falleció en 1856. El inmigrado Nicolás Abousambra, (1890), que radicó en Torreón, Coahuila hasta su muerte en 1943, decía que Bashaalany llegó en 1874.
El nombre del probable primer emigrado libanés que llegó a México ha sido transmitido bajo la tradición oral. Sobre los inicios de la inmigración libanesa en México se carece de suficientes registros y nadie puede afirmar con certeza quién fue el primer inmigrado. Libanés pero, la hipótesis más sólida, es la referente al sacerdote Boutros Raffoul, quien en 1878, llegó a Veracruz. Cuentan que la gente le mostraba respeto al saber que venía de las santas tierras del Medio Oriente y por la ayuda que daba a los pobres.
En 1887 su familia perdió la comunicación postal con él hasta su ingresó a Guatemala. En 1888, para nuscarlo, llegó su hermano Philippe Raffoul, quien nunca lo localizó; decidió establecerse en Monterrey hasta su muerte en 1916.